En defensa propia

He llegado al mar cargando con la suciedad que he acumulado en la mente a lo largo del año

Un barco navega junto a la costa en Cadaqués.Francesc Despuig Carreras

Está el ciprés, están las palmeras, están las adelfas, la mesa de ping-pong, la hamaca bajo el algarrobo, la sombra de la parra, el olor a hierba segada, la buganvilla, el olivo, el limonero, los cuatro naranjos del huerto de atrás y el horizonte del mar que se ve desde los sillones blancos de la terraza. Esta es la barricada que he levantado en defensa propia este verano. En este momento sale por la bocana del puerto el barco que va a Formentera. Todo parece natural, sencillo, alegre y austero. La lagartija asoma la cabeza por una grieta, pasa un bando de torcaces, se oye la llamada insistent...

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Está el ciprés, están las palmeras, están las adelfas, la mesa de ping-pong, la hamaca bajo el algarrobo, la sombra de la parra, el olor a hierba segada, la buganvilla, el olivo, el limonero, los cuatro naranjos del huerto de atrás y el horizonte del mar que se ve desde los sillones blancos de la terraza. Esta es la barricada que he levantado en defensa propia este verano. En este momento sale por la bocana del puerto el barco que va a Formentera. Todo parece natural, sencillo, alegre y austero. La lagartija asoma la cabeza por una grieta, pasa un bando de torcaces, se oye la llamada insistente de la tórtola, las salamandras cazan mosquitos en la pared con una táctica que para sí hubiera querido el famoso estratega chino Sun Tzu. Parece que a mi alrededor las cosas son como deben ser, como eran antes; están donde siempre deben estar, como estaban antes, solo que ahí fuera parece que ahora el mundo se está rompiendo en pedazos y hay que defenderse. He llegado al mar cargando con la suciedad que he acumulado en la mente a lo largo del año. He traído en el equipaje con toda su miseria la guerra de Ucrania, el genocidio de Gaza, el aire envenenado de la política que amenaza con descalabrar las instituciones del Estado. Más allá de las palmeras está el decrépito emperador Joe Biden que da la mano a sus fantasmas cerebrales frente a un búfalo desmesurado de color calabaza, Donald Trump, el nuevo Heliogábalo que amenaza con derribar todas las empalizadas de Occidente; está la extrema derecha a punto de convertir sus ladridos en decretos; están las mujeres asesinadas por ser libres, los náufragos que se cobra el mediterráneo cuyo horizonte lleno de veleros contemplo sentado en la terraza con los pies en la barandilla. En propia defensa usaré este verano la sombra de la parra, el olivo, el limonero, el croar de unas ranas de noche en una charca cercana y los ojos de inmensa bondad con que me miraba la perra mientras deshacía la maleta.

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