Portillo y la lechuga
Los 14 años de Gobierno conservador han sido desastrosos para Reino Unido, pero han sido gloriosos para los memes
Este jueves los alrededor de 50 millones de británicos registrados para votar pueden acudir a las urnas. En Reino Unido, la noche electoral es un acontecimiento muy ritualizado que se extiende hasta las primeras horas de la mañana. Y si ustedes, como yo, son de esa clase de masoquistas que ven noches electorales de países ajenos por placer, podrán ver en la retransmisión de la BBC y en redes sociales repetirse muchas veces la expresión “momento Portillo”. Pero, ¿qué fue el momento Portillo y qué tiene que ver con las elecciones británicas?
Michael Portillo es un presentador de documentales, un hombre maduro y bronceado vestido con trajes de colores y que se pasea por el mundo con una antigua guía de ferrocarriles bajo el brazo. Pero en 1997, Michael, hijo del exiliado español Luis Gabriel Portillo (mano derecha de Miguel de Unamuno en Salamanca) era una figura ascendente dentro del Partido Conservador y cotizado para ser el sucesor de John Major al frente de los tories en caso de que fuesen arrollados por el nuevo laborismo de Tony Blair (como así fue).
Sin embargo, Portillo perdió por sorpresa su escaño en el norte de Londres y su derrota, retransmitida por televisión, se convirtió en el momento estelar de la noche. Aunque volvería al Parlamento más tarde, su carrera política nunca se recuperó de aquello y en 2005 abandonó su escaño para dedicarse a sus trenes. “Mi nombre se ha convertido en un sinónimo de comerse un barril de mierda en público”, se lamentaba Portillo en una tribuna en 2010 en The Guardian.
A la espera de ver si se produce algún momento Portillo en esta noche electoral, lo que está claro es que, salvo que los sondeos estén pirotécnicamente equivocados, terminarán aquí 14 años de Gobierno conservador, años que, aunque han sido desastrosos para Reino Unido y para el mundo (como les hemos contado largamente en otras partes del periódico) para los memes —¡oh, los memes!— han sido gloriosos.
Especialmente en estos últimos cinco años. Si la legislatura anterior había sido la de los vociferantes debates sobre el Brexit en la Cámara de los Comunes, con el speaker John Bercow convertido en una estrella pop, esta legislatura ya empezó en quinta con una entrevista a David Cameron a Sky News la misma mañana poselectoral cuyo tiro de cámara llevó al presentador a preguntarse “yo no sé por qué le está hablando a un árbol”.
Sin duda, el momento cumbre de los conservadores durante esta legislatura fue en octubre de 2022, cuando después de que el Gobierno presentase una rebaja de impuestos que fue acogida por los mercados con pánico unánime, el tabloide Daily Star instaló una cámara web mostrando una lechuga junto a una foto de la primera ministra Liz Truss y preguntándose “¿quién durará más?”. La lechuga ganó (por muy poco), y hoy tiene su propia página en la Wikipedia.
Pero hubo otros grandes momentos. El día de la dimisión de Boris Johnson, alguien (a sugerencia del actor Hugh Grant) trajo un camión con altavoces junto al Palacio de Westminster —donde los políticos dan entrevistas— y puso en bucle la canción con la que terminaban todos los episodios de El show de Benny Hill. El columnista Russ Jones ha escrito varios libros basados en sus kilométricos hilos de (entonces) Twitter, compilando las sucesivas torpezas del Ejecutivo conservador. Estos últimos días ha vuelto a agregar todo lo ocurrido bajo la etiqueta #14YearsInTory, para los que se lo perdieron en su día.
En estos comicios, el Daily Star ha recomendado la elección como primer ministro de Count Binface, un candidato que se presenta con un cubo de basura en la cabeza y que en las pasadas elecciones a alcalde de Londres, en mayo, quedó por delante del neofascista Nick Scanlon. Binface se presenta como candidato en la circunscripción de Rishi Sunak, donde en su desternillante vídeo electoral propone la construcción de dos “puentes espaciales” en los pasos a nivel del pueblo.
Estos 14 años han sido dolorosos y exasperantes para los británicos. Afortunadamente, su sentido del humor no les ha fallado. Esperemos que el famosamente sieso Keir Starmer no les haga perderlo.