Biden y el psicotécnico
No es edadismo. Es el dificilísimo momento de la vida en el que hay que dejar de hacer cosas que hacías con la gorra. Y si no lo decides tú, te lo deciden otros, o el destino
Unos amigos míos, hermanos entre ellos, llevan meses conspirando con su madre en contra de su padre. Se llaman, se mandan mensajes a escondidas, hablan en clave en la cocina tras las comidas de los domingos. Algo traman. No, no es una de esas guerras familiares por un divorcio o una herencia. Al revés. Justo lo que ...
Unos amigos míos, hermanos entre ellos, llevan meses conspirando con su madre en contra de su padre. Se llaman, se mandan mensajes a escondidas, hablan en clave en la cocina tras las comidas de los domingos. Algo traman. No, no es una de esas guerras familiares por un divorcio o una herencia. Al revés. Justo lo que no quieren ni la madre ni los hijos es separarse ni heredar antes de tiempo. Los tres veneran al viejo, 83 años en octubre, pero, precisamente porque lo quieren con locura, les preocupa que siga conduciendo, habiendo tenido ya más de un susto al volante por sus despistes. Malo fue decírselo delicadamente al interesado. Primero, con indirectas. Luego, a las claras. Peor fue saber que pinchaban en hueso. El patriarca, con el carné renovado hace un año y vigente otros cuatro, se negó, ofendidísimo, a renunciar al coche, al que considera el penúltimo reducto de su libertad y su autonomía. Así que, ahora, cada vez que lo saca del garaje para darle una vuelta por el barrio para que no se atrofie, madre e hijos viven con el alma en vilo hasta que vuelve a casa ileso y sin haberse metido en una rotonda o en dirección contraria.
Me acordé de mis amigos la otra noche viendo a Biden no dar pie con bola en el debate con Trump en la carrera presidencial de Estados Unidos. Al poco, salieron su esposa, Jill, y su antecesor, Obama, a echarle un capote diciendo que el presidente y candidato a la reelección solo tuvo un mal día. Flaco favor le hacen, aunque puedo entenderlos. Debe de ser durísimo decirle a tu marido, tu padre o tu jefe que, por su bien, y el de todos, es mejor retirarse. Y no es edadismo. Es el dificilísimo momento de la vida en el que tienes que dejar de hacer cosas que te gustaban y que hacías con la gorra. Y si no lo decides tú, te lo deciden otros, o el destino. La vejez, con suerte, porque otros no llegan, es una sucesión de pérdidas y despedidas. En este lado del charco, la conspiración de mis amigos continúa. El último plan es birlarle un rato al padre las llaves, vaciarle el tanque del aceite para que lo queme en la próxima salida, y que le salga más caro arreglarlo que mandarlo al desguace. Lo malo de las comparaciones, además de ser odiosas, es que Biden tiene mal recambio. Y que Trump, como conductor, da aún más miedo.