Golpe a Macron

El heterogéneo movimiento liberal encarnado en el presidente francés lo tiene difícil para sobrevivir a la dura derrota electoral en las legislativas

Fachada de la Asamblea Nacional en París.Sarah Meyssonnier (REUTERS)

El resultado de la primera vuelta de las elecciones legislativas en Francia ha infligido una doble derrota al presidente Emmanuel Macron. Su candidatura, Ensemble, quedó en tercera posición con un 20% de votos, un descalabro para quienes formaban el primer grupo en la Asamblea Nacional saliente. La apuesta, que nadie entendió, por adelantar las elecciones no le habría podido salir peor. Macron defendió el adelanto por la necesidad de “clarificar” la situación política francesa tras perder ante la extrema derecha en las elecciones europeas del 9 de junio, pero hoy la situación es más compleja que nunca: el presidente deberá gestionar un Parlamento bloqueado o convivir con un Gobierno antagónico a sus ideas. Pensaba, al tomar una decisión que debía desconcertar a sus rivales políticos y causar una sacudida en el sistema, que se le presentaba una oportunidad para movilizar a sus votantes, pero ha encajado la derrota más grave de su carrera. Se había propuesto, desde que llegó al poder en 2017 derrotando a Marine Le Pen, impedir el acceso a la extrema derecha, y hoy los ultras están más cerca que nunca de alcanzarlo.

Con una situación política más confusa, una derrota de las fuerzas centristas y europeístas y el Reagrupamiento Nacional (RN) con posibilidades de gobernar, el fracaso de Macron es innegable. Sus propios partidarios han sacado esta conclusión, al distanciarse de él y —como ha hecho su exprimer ministro y aspirante a sucederle, Édouard Philippe— sentenciar que la mayoría presidencial estaba muerta y que el propio presidente es el responsable de la ejecución. El macronismo, este movimiento heterogéneo, ni de izquierdas ni de derechas, liberal y europeísta, lo tiene difícil para sobrevivir a la desconcertante convocatoria electoral y a sus consecuencias.

Sin embargo, no todo está perdido para él. Hay voces que piden su dimisión y ese debate se planteará inevitablemente a partir de la misma noche de la segunda vuelta de las legislativas, pero al presidente francés le quedan legalmente tres años de mandato: tiene tiempo para rescatar un legado que, económicamente, ha dejado una deuda desorbitada, pero también un país más dinámico, con una reducción drástica del desempleo y con más inversiones extranjeras. Lo urgente ahora, para él y todos los franceses “demócratas y republicanos”, por usar sus términos, es impedir el domingo una mayoría absoluta del RN. Se trata de un objetivo plausible si en la segunda vuelta los moderados de derechas, los centristas, los socialdemócratas, los ecologistas y la izquierda radical se pone de acuerdo para apoyar en cada distrito al candidato con más posibilidades de batir a los de Le Pen. El llamado frente republicano, la forma autóctona del cordón sanitario, sería lo deseable en esta hora crítica para Francia y permitiría a Emmanuel Macron salvar los muebles tras el fallido adelanto electoral y la rotunda derrota del domingo pasado.

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