Sánchez contra la ultraderecha internacional

Incapaz de aprobar presupuestos y sacar adelante leyes, el presidente se busca enemigos cada vez más grandes

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (izquierda) habla con el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, este miércoles en el Congreso.Claudio Álvarez

La mayoría de los políticos son enfermos de la atención, como otros trabajadores de la industria del entretenimiento (aunque ahora exigimos a los artistas una rectitud moral de la que eximimos a los políticos). Félix Romeo escribió que Hugo Chávez, a diferencia de tiranos clásicos que trataban de provocar temor —como Stalin o Franco—, era el primer dictador humorista de la historia. El presidente argentino Javier Milei pertenece a la estirpe de dirigentes contemporáneos que rechazan el decoro poético: el representante má...

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La mayoría de los políticos son enfermos de la atención, como otros trabajadores de la industria del entretenimiento (aunque ahora exigimos a los artistas una rectitud moral de la que eximimos a los políticos). Félix Romeo escribió que Hugo Chávez, a diferencia de tiranos clásicos que trataban de provocar temor —como Stalin o Franco—, era el primer dictador humorista de la historia. El presidente argentino Javier Milei pertenece a la estirpe de dirigentes contemporáneos que rechazan el decoro poético: el representante más célebre es Donald Trump. Milei no habla como se espera de alguien que ocupa su puesto. Ejemplifica la observación de Salman Rushdie: La desvergüenza es el arma pública más eficaz de nuestro tiempo. Aunque Pedro Sánchez no tiene las formas rupturistas de Milei y normalmente cultiva un aire más institucional, también practica lo que Víctor Vázquez ha llamado la política del pospudor: quizá el ejemplo más claro fue la carta compungida donde anunciaba cinco días de reflexión.

Es una descortesía ir a un país e insultar al presidente del Gobierno de esa nación y a su familia. Tampoco fueron edificantes otras actuaciones del Ejecutivo español hacia el presidente argentino: no felicitarle por ganar las elecciones, decir que el suyo es un gobierno del odio (como hizo Yolanda Díaz) o sugerir que iba drogado (como hizo Óscar Puente). Pero eso no excusa el mal comportamiento.

El paripé beneficia a los dos entertainers: Milei puede hacer fuegos de artificio y Sánchez obtiene una historieta para las elecciones europeas, que además incomoda al Partido Popular. Si su presidencia, como ha escrito Ramón González Férriz, tiene algo de serie de Netflix, este conflicto diplomático ofrece una nueva trama. Es una trayectoria ascendente. Entre los problemas que se ha propuesto resolver están la crisis catalana, la pobreza infantil y la vivienda. A punto de conseguir la paz en Oriente Próximo (mientras su vicepresidenta segunda repite un eslogan, “Palestina será libre del río hasta el mar”, que pide la destrucción de Israel) pero incapaz de aprobar los presupuestos y sacar adelante leyes en el Parlamento, se ha dado cuenta de que su adversario habitual de las campañas, Vox, está muy visto y es poca cosa: ahora es Sánchez contra la ultraderecha internacional. Posiblemente, tras las elecciones europeas, la amenaza sea intergaláctica. El objeto que atravesó el cielo de nuestro país el domingo puede ser un aviso. El adversario del presidente tiene que ser cada vez más grande, porque su crédito es cada vez más pequeño.

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