Para ponerse a pensar

El gesto del presidente de enviar una carta a la ciudadanía a través de una red social y las respuestas que ha generado confirman la falta de cualquier posibilidad de entendimiento político

Pedro Sánchez, el miércoles durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso.Claudio Álvarez

Un jurista escribió en tiempos de la República de Weimar, al ver que los partidos eran incapaces de comunicarse entre sí y que ya solo conocían el enfrentamiento y la disputa y la bronca, que el diálogo político resultaba inabordable porque de nada sirve hablar “cuando la otra parte ha decidido su postura antes de haber comenzado la discusión”. El comentario viene a cuento porque se ajusta a lo que se está viviendo ...

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Un jurista escribió en tiempos de la República de Weimar, al ver que los partidos eran incapaces de comunicarse entre sí y que ya solo conocían el enfrentamiento y la disputa y la bronca, que el diálogo político resultaba inabordable porque de nada sirve hablar “cuando la otra parte ha decidido su postura antes de haber comenzado la discusión”. El comentario viene a cuento porque se ajusta a lo que se está viviendo en los últimos tiempos en el Parlamento español, si es que no ocurre también en otras partes de Europa y del mundo, por no hablar de marcos más cercanos, como las autonomías o los ayuntamientos. No hay lugar para la argumentación, ya no se reconoce al adversario como interlocutor, y las Cortes han dejado de ser el lugar en el que supuestamente se pueden alcanzar acuerdos para resolver los problemas. Son solo cajas de resonancia de una cruenta batalla donde la meta, por fortuna, no es la liquidación del enemigo, sino tan solo conseguir ese voto de más que resulta necesario para sacar adelante las leyes o, simplemente, para seguir al mando. Nadie espera hoy de los diputados ni de las diputadas que se enzarcen a puñetazos, o se muerdan o escupan, así que se puede hablar de un cierto progreso, aunque la atmósfera siga siendo igual de rijosa, y también venenosa.

Es, desde luego, imprescindible revisar y analizar, por ejemplo, cómo se hicieron las cosas durante la pandemia, si hubo abusos o no, si algunos se aprovecharon de la fragilidad del momento para enriquecerse, y si hubo quienes desde el poder los ayudaron a conseguirlo; hasta dónde llegó, en fin, la corrupción. Lo que resulta inusual es que para enfrentarse a ese desafío, que tendría que ser riguroso y en el que deberían implicarse cuantos tuvieron responsabilidades en aquellos momentos tan complicados y difíciles, sean necesarias dos comisiones de investigación, una en el Congreso y otra en el Senado. Es como si, al cabo, ese ejercicio necesario de fiscalizar a las autoridades no fuera sino otra oportunidad para endosarle las culpas al otro y lavarse las manos. Por eso, dos ámbitos distintos donde las mayorías son también distintas. ¿Hay alguien que pueda fiarse de esos procesos que nacen embarrados desde el principio? Mal asunto si los propios políticos no confían en las instituciones. Si sus procedimientos están contaminados, si cada partido va a buscar el ámbito donde le salga bien su jugada, si solo se trata de destruir al rival, ¿qué peso, qué relevancia, qué papel tienen entonces las Cámaras?

También resulta inusual la carta que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha dirigido a la ciudadanía. Se ha hablado de algo “inaudito”, o también se ha dicho que es un gesto “inédito”. “Necesito parar y reflexionar”, ha escrito. Se ha tomado unos días; el lunes anunciará si continúa al frente del Gobierno o lo deja.

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En esos tiempos de Weimar empezaba a sentirse un cierto cansancio por las maneras con que opera la democracia: demasiado lenta, demasiado contaminada por las élites, poco atenta a los pesares de los ciudadanos. Quizá hoy pueda pasar lo mismo. Ocurren estas cosas raras, que no resultan fáciles de entender, y suceden cuando la política ha ido llenándolo todo, y más con la ayuda de las redes, hasta colarse de lleno en la vida privada. Cualquier episodio te obliga a cuadrarte y la indignación (a favor o en contra) impone sus maneras. Las emociones empujan, marcan el ritmo, tocan la corneta. Por eso quizá sea recomendable, como ha decidido hacer el presidente, ponerse a pensar. Y el lunes, ya veremos.


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