Maravillosos libros frágiles

El mundo editorial llega a su fiesta con la inquietud por los retos de la inteligencia artificial y la sobreproducción

Venta de libros en una céntrica librería de Barcelona el fin de semana previo a la diada de Sant Jordi (Día del Libro).Albert Garcia

El Día del Libro es sin duda un motivo de celebración y fiesta. Pero ni las rosas ni las ventas deberían ocultar que es un sector frágil, necesitado de apoyo institucional. Se trata de uno de los más expuestos al cambio tecnológico que llega de la mano de la inteligencia artificial, a la inflación y a la subida del precio del papel. En un mundo en el que la atención es un bien escaso, crear y mantener lectores no es tarea fácil, pese a que está demostrado que...

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El Día del Libro es sin duda un motivo de celebración y fiesta. Pero ni las rosas ni las ventas deberían ocultar que es un sector frágil, necesitado de apoyo institucional. Se trata de uno de los más expuestos al cambio tecnológico que llega de la mano de la inteligencia artificial, a la inflación y a la subida del precio del papel. En un mundo en el que la atención es un bien escaso, crear y mantener lectores no es tarea fácil, pese a que está demostrado que leer es una forma privilegiada de desarrollar un lenguaje avanzado que permite construir pensamientos complejos. Por no hablar de los beneficios que procura en cuanto a concentración, imaginación, capacidad de síntesis y de expresión.

Aunque parezca una obviedad, sin lectores no habrá creadores. La mayoría de los autores españoles y latinoamericanos, incluso muchos de los que aparecerán mañana en las listas de best sellers, no pueden vivir de lo que escriben. El sistema de librerías independientes, amenazada por los gigantes de la venta en internet como Amazon, se enfrenta a diario a una avalancha de novedades imposible de gestionar. Cada día se publican en España 82 títulos comerciales nuevos, 30.000 al año, según datos de la Estadística de la Edición Española de Libros con ISBN en 2021. El número total de títulos, contando los institucionales y los libros de texto, alcanzó los 92.000, 10 cada hora. Sería razonable que el sector editorial se planteara si esa avalancha, más que ayudar, no le perjudica.

En ese sector conviven grandes empresas con una miríada de sellos pequeños que han sabido encontrar su espacio. Eso no significa que no se muevan en una delicada precariedad: grandes y pequeños dependen de unos lectores que apenas han crecido (un 5% en los últimos 10 años) en un país en el que, según el Barómetro de hábitos de lectura de 2023, un 36% de la población no abre nunca un libro.

Con todo, éxitos globales como el de Irene Vallejo —que ha convertido un libro sobre libros en un fenómeno— o la supervivencia de editoriales y librerías independientes demuestran que hay motivos para el optimismo. Pero el sistema del libro no depende de los resultados de un día aislado. No trabaja con una mercancía como las demás y por eso sus actores requieren un apoyo activo, diario.

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