“Porfavor laura desbloqueame”
Tiene lógica que alguien envíe dinero por bizum para tratar de hablar con su ex y saltarse así la ley de hielo. También que su tope no llegue a los tres euros
Yo solo bloqueo a desconocidos que me hayan deseado una violación o la muerte. Esa era mi regla en Twitter y sigue siéndolo en X. En WhatsApp solo me pasa con gente inventada que me entra desde sitios remotos casi cada semana. En Instagram silencio a quienes abrazo en la calle pero me irritan en stories. Más que vocearlo o hacerlo público, lo que se me da bien es la violencia silente. He dejado el móvil sonar decenas de veces —días, semanas o meses—, si qu...
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Yo solo bloqueo a desconocidos que me hayan deseado una violación o la muerte. Esa era mi regla en Twitter y sigue siéndolo en X. En WhatsApp solo me pasa con gente inventada que me entra desde sitios remotos casi cada semana. En Instagram silencio a quienes abrazo en la calle pero me irritan en stories. Más que vocearlo o hacerlo público, lo que se me da bien es la violencia silente. He dejado el móvil sonar decenas de veces —días, semanas o meses—, si quien llamaba me hizo daño alguna vez. He ignorado cadenas de mensajes suplicantes como respuesta a mi enfado. No es motivo de orgullo. Practicarla puede ser más cruel que pulsar el botón para desterrados.
Protectores, neuróticos, compulsivos. Hay tantos bloqueos como sentimientos contiene. En esencia, todos son un castigo. El lunes pasado una amiga pasó al grupo de WhatsApp un par de capturas de un post viral. “Hace una semana lo dejé con mi novio porque era un cabrón conmigo y lo bloqueé de todos lados. Se ha puesto a enviarme dinero x bizum por escribirme”, decía una joven, adjuntando una captura de su cuenta bancaria como prueba. Su ex le había ingresado 50 céntimos con el asunto “porfavor laura desbloqueame” en un mensaje plagado de erratas movidas por la urgencia. “porgavor Laura que solo puedo escribirte por aquí desbloqueame y hablamos que lo sietno te quiero mucho porfavoe”. Laura adjuntaba una captura más, de otros 50 céntimos: “mira laura ya no puedo más, es el ultimo, llevo casi 3€, solo quiero explicarte las cosas, entiendo que no quieras volver es solo hablar, dame señales porfvaor”.
¿Cuánta desesperación cabe en un porfvaor? Aunque en un googleado rápido entendí que el drama del Bizum de Laura ocurrió en 2021, su descubrimiento despejó un día tedioso por tener implícitos dos de mis géneros favoritos: la escritura entre quienes fueron amantes y las tangentes contemporáneas en la ley de hielo.
Se etiqueta como ley de hielo al comportamiento en el que uno o ambos miembros de una relación deciden ignorar, evitar o rechazar emocionalmente al otro. Se aplica, con indiferencia y frialdad, cuando se niega unilateralmente la oportunidad de que la otra persona pueda explicarse o expresar su posición. Algunas técnicas a las que se recurre cuando se pone en práctica son no escuchar, no responder mensajes ni llamadas o, en caso de estar frente a frente, responder con monosílabos, mostrando desinterés y evitando el contacto visual o físico.
Como llevo media vida adicta perdida a esta gélida estrategia correctiva aplicándola a gente querida y otra media intentando quitarme, me interesan todas las historias sobre el tratamiento silencioso por si aprendo a curarme. Sé que un investigador, Kipling Williams, lleva décadas estudiando a víctimas de este desquicie. Sé que una mujer estuvo 40 años sin hablar con su marido —comiendo, cenando y viendo la tele a solas— por una pelea inane que solo acabó cuando él murió. Williams publicó un estudio que probó que cuando se nos ignora deliberadamente se activan las mismas áreas del cerebro que cuando se experimenta dolor físico. Quien controla y administra el tratamiento silencioso sabe que la desesperación por la reconciliación, por poner fin a esa agonía, hará que la víctima no sepa ni por lo que se está disculpando. A corto plazo evitará la confrontación; a largo, más que autopreservación, puede ser otra forma de abuso.
Toda forma de comunicación contiene una de desconexión. Ya sea con ghosting u ofreciendo un fantástico plano de nuestra nuca a quien nos pida una explicación. No lo había pensado, pero tiene lógica que solo el dinero pueda saltarse la ley de hielo. También que, para tolerarla, el tope de un ex cabrón esté en casi tres euros.