Espárragos silvestres
Los recuerdos más felices que permanecen sumergidos pueden salir también de su sepulcro para volver a la vida de cada día y esa será la forma más perfecta de resurrección
Llevo asociado de niño un día como hoy, Domingo de Resurrección, a la costumbre de ir a buscar espárragos silvestres por unos barrancos que se abrían al mar. Desde la ladera de la montaña se oía el volteo general de campanas de los pueblos de alrededor que tocaban a gloria. Y alguien del grupo gritaba: Dios ha resucitado. Tal vez había abandonado el sepulcro atraído por el aroma a pan profundo con anís que salía de las tahonas. Pienso que es un deber resucitar todos los días, no solo el Domingo de Pascua. No es tan difícil. Hasta ahora todo el tiempo que ya hemos vivido es una parte de nosotro...
Llevo asociado de niño un día como hoy, Domingo de Resurrección, a la costumbre de ir a buscar espárragos silvestres por unos barrancos que se abrían al mar. Desde la ladera de la montaña se oía el volteo general de campanas de los pueblos de alrededor que tocaban a gloria. Y alguien del grupo gritaba: Dios ha resucitado. Tal vez había abandonado el sepulcro atraído por el aroma a pan profundo con anís que salía de las tahonas. Pienso que es un deber resucitar todos los días, no solo el Domingo de Pascua. No es tan difícil. Hasta ahora todo el tiempo que ya hemos vivido es una parte de nosotros que ya ha muerto. Si abres el álbum de fotos verás a ese niño con el triciclo, a esa niña en el parque, al chaval que aparece leyendo tumbado en una hamaca, a la chica con el primer pantalón vaquero sentada en una escalinata de Roma, al joven con la trenca camino de la universidad. Todas esas criaturas sucesivas que fuimos una vez, pertenecen al reino de los muertos. Por fortuna seguimos vivos, porque vivir no es sino flotar cada día en la superficie de nuestro propio abismo empujados desde abajo por lo que fuimos. Hay días claros y alegres en cualquier pasado, algunos momentos muy nobles de los que uno se siente orgulloso. Los recuerdos más felices que permanecen sumergidos pueden salir también de su sepulcro para volver a la vida de cada día y esa será la forma más perfecta de resurrección. Hubo un momento en que este país creyó tener un futuro venturoso. El odio no se había instalado todavía en el centro de la política y los intelectuales, los periodistas, los artistas, los científicos, los empresarios estaban llenos de optimismo y todos empujaban hacia adelante en medio del reino incipiente de la libertad y la democracia. ¿Podría producirse ahora el milagro de que salieran de la tumba aquellos sueños enterrados? Por mi parte me conformo con que resucite hoy aquel niño feliz que en este día de gloria buscaba espárragos silvestres en los barrancos.