Comisión de la verdad

Los lectores escriben sobre las muertes en las residencias madrileñas durante la pandemia, la tendencia a juzgar a la gente por su apariencia, la generación Z y la falta de ética

Una mujer en una habitación de una residencia de ancianos en Madrid.David Expósito

Ya suponíamos que de no haberse aplicado los protocolos de la Comunidad de Madrid en cuanto a la restricción de traslados de pacientes desde residencias a centros sanitarios durante la pandemia —los “protocolos de la vergüenza”— habrían muerto menos pacientes, y las muertes inevitables, quizá habrían sido más dignas. Ahora, lo que suponíamos, lo sabemos tras las conclusiones ...

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Ya suponíamos que de no haberse aplicado los protocolos de la Comunidad de Madrid en cuanto a la restricción de traslados de pacientes desde residencias a centros sanitarios durante la pandemia —los “protocolos de la vergüenza”— habrían muerto menos pacientes, y las muertes inevitables, quizá habrían sido más dignas. Ahora, lo que suponíamos, lo sabemos tras las conclusiones del estudio llevado a cabo por la denominada Comisión Ciudadana por la Verdad. Se podrían haber evitado 4.000 muertes y, con toda seguridad, el resto de las muertes habrían sido menos traumáticas, al menos con medidas paliativas. La pregunta ahora es: ¿quién se responsabilizará por las consecuencias de aquellas inhumanas y vergonzosas medidas? ¿Quién pagará por ello?

Sebastián Fernández Izquierdo. Petrer (Alicante)

La apariencia y el rechazo

Cada vez que subo al centro de la ciudad entro a una gran librería. En sus espacios tan ordenados me relajo hojeando las últimas novedades. Mi estante favorito es el de la novela negra. Leo más de una veintena de contraportadas esperando a que alguna me despierte curiosidad, sin embargo, hoy, que estoy más apático no me intriga nada y tras visitar el resto de géneros me detengo en una portada muy llamativa de un bestseller que estaba junto a la puerta. En ese momento me viene el recuerdo de las palabras de una alumna que leía con frecuencia: “Profe, yo me guío por la portada”. Cuántos libros y cuántas personas nos encantarían pero las rechazamos por cuestiones estéticas, anímicas o baladíes.

Rafael del Rosal Flores. Córdoba

Desde el otro lado

Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a una clase universitaria, pero sobre la tarima. Aprendí mucho de los alumnos solo con observarlos. Sin embargo, hubo un detalle que me llamó especialmente la atención. Ver cómo la generación que más se sobreexpone ante cientos de desconocidos, enmudecía y se sonrojaba al hacer una breve presentación delante de 40 compañeros. Es curioso lo aislados que estamos cuando supuestamente estamos más “conectados” que nunca. Tal vez fueron los nervios de los primeros días, pero trabajaremos para que, en unos meses, no tengan miedo o vergüenza al presentarse a un compañero; porque cuando apartamos la vista de la pantalla, lo que queda son personas, que no es poco.

María del Pilar Cortázar Gutiérrez. Málaga

Hacer negocio con la pandemia

Mis padres levantaron solos su negocio de material sanitario y vestuario laboral hace 23 años. Cuando llegó la pandemia eran los únicos que seguían vendiendo mascarillas FFP2, escaseaban. Les dije que debido a la demanda, había farmacias donde subían el precio, y pregunté si ellos lo harían. Su respuesta fue rotunda: no. No les parecía ético aprovecharse, en días tan duros, de algo tan necesario. Hubo clientes a los que les extrañó, y hasta dudaban de su calidad por el precio. Ahora sabemos quiénes se enriquecían obscenamente con aquello y yo doy gracias por no ser familiar suyo y sí ser hijo de mis padres. Una lección más aprendida.

Sergio Barrio González. Palencia

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