Fin de campaña en Galicia

Las elecciones del domingo definirán el futuro inmediato de la comunidad autónoma, no son una segunda vuelta de las generales de julio

Carteles electorales de los candidatos del PSdeG, José Ramón Gómez Besteiro, y del PP, Alfonso Rueda, este lunes en Ourense.Brais Lorenzo (EFE)

Este viernes concluye la campaña de las elecciones gallegas y los ciudadanos de esa comunidad tendrán seguramente la sensación de que muchos partidos han estado más centrados en debates de ámbito estatal que en sus problemas cotidianos. Una mayoría quería que durante estos 15 días se hablase de la sanidad, la despoblación, la pesca, el modelo energético o los medios de comunicación públicos. Pese a ello, el PP de Feijóo —...

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Este viernes concluye la campaña de las elecciones gallegas y los ciudadanos de esa comunidad tendrán seguramente la sensación de que muchos partidos han estado más centrados en debates de ámbito estatal que en sus problemas cotidianos. Una mayoría quería que durante estos 15 días se hablase de la sanidad, la despoblación, la pesca, el modelo energético o los medios de comunicación públicos. Pese a ello, el PP de Feijóo —pero también el PSOE, que llenó Galicia de ministros— ha nacionalizado la campaña para convertir los comicios del domingo en una suerte de segunda vuelta del 23-J.

Hace un mes parecía claro un triunfo del PP, sobre todo para el propio partido. Feijóo, a quien únicamente le sirve la mayoría absoluta, no solo se juega en su tierra proseguir un ciclo de gobierno que empezó en 2009, sino también cimentar un liderazgo nacional que quedaría seriamente dañado si pierde una comunidad que siempre ha sido más que un símbolo para su formación. De ahí que —olvidando lo que hacía el Feijóo candidato a la Xunta cuando ocultaba con su nombre las siglas del PP— convirtiera el inicio de esta campaña en un episodio más de sus ataques a Sánchez, con la amnistía como ariete. El enredo en el que se ha metido con su doble discurso sobre Cataluña, la amnistía, los indultos y el terrorismo lo han llevado a sepultar ese argumento esta semana. Tampoco Alfonso Rueda, candidato popular y presidente de la Xunta, ha conseguido desmarcarse de los usos de su mentor: empezó declarando que sus rivales no eran ni el BNG ni el PSdG sino Sánchez y terminó negándose a asistir al debate organizado por RTVE.

La posibilidad del cambio en Galicia lleva las siglas del Bloque Nacionalista Galego y el nombre de su candidata, Ana Pontón. Superada la travesía del desierto por sus luchas intestinas, el BNG ha pulido aristas en su perfil soberanista para primar el interés por la gestión y los problemas sociales. Muestra de sus posibilidades es que el PP se haya lanzado contra ella con argumentos que constituyen un fondo de armario contra cualquier rival: la “amenaza” independentista y el fantasma de ETA. Una campaña que ha rozado el bochorno cuando, según las encuestas, buena parte de los votantes populares aprueban a la candidata del Bloque.

Los socialistas juegan con el hándicap de ser vistos como el número dos del BNG. Quedar terceros pero gobernar sería un éxito para el PSOE y para Sánchez en su particular pugna con Feijóo, pero una caída significativa de votos en Galicia les exigiría una seria autocrítica sobre su estrategia en esta comunidad. La llave de la gobernabilidad podría quedar en manos de Democracia Ourensana, que cuenta a su favor con un amplio voto oculto, como se vio el 28-M: las encuestas auguraban cinco concejales a la formación de Pérez Jácome pero obtuvo el doble. El PP tendrá difícil vender como un triunfo conservar la Xunta a expensas de un socio populista abonado a la antipolítica. La campaña gallega termina muy abierta pero, desgraciadamente, menos gallega de lo que debería.

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