Reino animal

Me gustan los peces voladores y aquellos delfines que salían a recibirte en la travesía a Ibiza. Odio los leones de los escudos y banderas y también los del circo

Un perro junto al regazo de su dueña enferma.Diego Cuevas

Me gustan los grillos y el croar de las ranas en una charca en las noches de verano y también a la hora de la siesta el sonido frenético de las cigarras. Odio las cucarachas que al encender la luz de la cocina se esconden bajo el fregadero y los mosquitos aplastados en la pared de la habitación de un motel abandonado, pero no al escarabajo pelotero que se guía por la Vía Láctea al arrastrar su bola de estiércol. Me gusta el canto del cuco en los atardeceres de primavera y el grito de los vencejos rec...

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Me gustan los grillos y el croar de las ranas en una charca en las noches de verano y también a la hora de la siesta el sonido frenético de las cigarras. Odio las cucarachas que al encender la luz de la cocina se esconden bajo el fregadero y los mosquitos aplastados en la pared de la habitación de un motel abandonado, pero no al escarabajo pelotero que se guía por la Vía Láctea al arrastrar su bola de estiércol. Me gusta el canto del cuco en los atardeceres de primavera y el grito de los vencejos recién llegados y el paso de un bando de torcaces que nadie sabe de dónde viene ni adónde va. Odio los pájaros enjaulados y los acuarios donde los tiburones dan vueltas y vueltas buscando la presa y al final se conforman con comer su propia harina de pescado. Me gustan los peces voladores y aquellos delfines que salían a flor de agua a recibirte en la travesía a Ibiza. Odio los leones de los escudos y banderas y también los que, en el circo, lejos de devorar al domador, después de tantos rugidos y zarpazos acaban por pasar por el aro y sentarse en un taburete y también al guepardo que al final de la belleza de su espléndida y elástica arrancada se come a la gacela que comparte con las hienas. Me gustan los toros en el campo, los caballos montados por jinetes elegantes, los perros que mueven el rabo con alegría aunque llegues derrotado a casa, los que acompañan a los mendigos que duermen en la calle, los que juegan con los niños y persiguen a las mariposas en el parque, los que tienen en brazos las ancianas como único consuelo de su soledad, los que descubren los muertos y heridos bajo los escombros, los que llevan a los ciegos a un concierto y conocen todos los movimientos de una sinfonía de Mozart, los que lo saben todo de tu vida con solo mirarte a los ojos. Hubo un tiempo en que los animales eran dioses. En esas estamos hoy, animal o dios, esa es la cuestión.

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