Europa como inspiración y acicate
La reconciliación franco-alemana puede servir como modelo para el conflicto en Oriente Próximo
La Segunda Guerra Mundial fue peor. Y la Alemania hitleriana que la provocó o el exterminio de los judíos en Europa. Y ahí está la reconciliación franco-alemana, fundamento de la construcción europea, quizás el mayor éxito de la historia en cuanto a cooperación multilateral e integración regional. No es un disparate que ...
La Segunda Guerra Mundial fue peor. Y la Alemania hitleriana que la provocó o el exterminio de los judíos en Europa. Y ahí está la reconciliación franco-alemana, fundamento de la construcción europea, quizás el mayor éxito de la historia en cuanto a cooperación multilateral e integración regional. No es un disparate que Antony Blinken esté hablando estos días de integración en Oriente Próximo durante su quinta gira por las capitales de la región. Antes de que Hitler se suicidara en su búnker, Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill ya pensaban en la reconstrucción y en la organización de una Europa en paz.
El primer y más urgente objetivo es evitar que la guerra se extienda. Solo Estados Unidos puede conseguirlo, gracias a su potente despliegue militar en la región y a su activismo diplomático. Pero no bastan. Frente a quienes aspiran desde uno y otro lado a desencadenar una conflagración internacional, la garantía más elemental es el alto el fuego permanente, que callen las armas, que cese la guerra. Washington todavía no se atreve a exigirlo, a pesar de la creciente debilidad del Gobierno extremista de Benjamín Netanyahu, totalmente dependiente de su apoyo en el Consejo de Seguridad y en el suministro de armas.
El segundo objetivo es liberar a los rehenes encerrados en las mazmorras de Hamás. También lo facilitaría el alto el fuego, aunque bastaría una pausa para que al menos algunos fueran canjeados. Es una mala noticia y un pésimo presagio, producto de la intransigencia de ambas partes, que no se haya avanzado en una segunda negociación. Da toda la impresión de que el Gobierno de Netanyahu, dominado por los peores instintos de venganza y de conquista del mesianismo supremacista, elude negociar su liberación porque ya da por amortizadas sus vidas.
El tercer objetivo es estratégico. Aun antes de que callen las armas, hay que contar con una pista de salida para esta crisis tan peligrosa. Descartada e incluso prohibida por Estados Unidos la expulsión de los gazatíes y la ocupación israelí, ni siquiera temporal, es imprescindible una administración provisional, que solo podrá ser árabe e internacional, con un papel notable para Naciones Unidas y la recuperación del protagonismo de la Autoridad Palestina. Y saber qué hacer a continuación, cuando la guerra termine. Las guerras suelen durar mientras permanecen los motivos y las pasiones que las desencadenan, y por eso hay que levantar cuanto antes los planos del edificio de la paz, con el Estado palestino reconocido por Israel como viga maestra. La mejor inspiración y el mayor acicate para esa tarea que ahora se antoja titánica la pueden encontrar los artífices de la paz precisamente en la integración europea y en la reconciliación franco-alemana.
Como en Europa a partir de 1945, habrá que reconstruir el país y reparar a las víctimas, castigar los crímenes cometidos por todos los bandos, restaurar las instituciones contando con el antecedente de los Acuerdos de Oslo o crear otras nuevas si hace falta. Y lo más difícil, buscar los ciudadanos israelíes y palestinos que puedan sustituir a los que han llevado a sus países a esta ruina sin fin, capaces de dirigir una tarea tan inmensa, como hace 80 años hicieron Jean Monnet, Robert Schuman, Alcide De Gasperi y Konrad Adenauer.
Blinken lleva ideas como estas en su maleta de viaje. La duda es si tendrá fuerzas para aplicarlas hasta parar la guerra o por el contrario todo quedará para la siguiente Administración, tal como quiere Netanyahu a la espera de que sea Trump quien la encabece.