2024, año de examen al orden mundial

Los resultados electorales en Taiwán, India, Europa, México o EE UU determinarán el convulso mapa internacional

Un hombre saca el cuerpo de un menor de entre los escombros de un edificio bombardeado por Israel en la franja de Gaza.Naaman Omar (DPA/ Europa Press)

Con dos sangrientas guerras abiertas en canal, no es muy propicia la llegada de 2024. Una va a cumplir dos años y tres meses; la otra, sin que asomen en el horizonte ni el respiro de una tregua seria ni un alto el fuego definitivo. Menos todavía una negociación que traiga la paz y la justicia. Al contrario, se han incrementado los bombardeos sobre las poblaciones civiles de Ucrania y de Gaza en el final trágico de un 2023 de “enorme sufrimiento, violencia y caos climático”, tal ...

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Con dos sangrientas guerras abiertas en canal, no es muy propicia la llegada de 2024. Una va a cumplir dos años y tres meses; la otra, sin que asomen en el horizonte ni el respiro de una tregua seria ni un alto el fuego definitivo. Menos todavía una negociación que traiga la paz y la justicia. Al contrario, se han incrementado los bombardeos sobre las poblaciones civiles de Ucrania y de Gaza en el final trágico de un 2023 de “enorme sufrimiento, violencia y caos climático”, tal como el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, ha caracterizado el año transcurrido en su felicitación para el nuevo. El dramatismo de las citas programadas para 2024, incluidas las electorales, se corresponde con el mal pie con el que empieza el año. La mitad de la humanidad está llamada a las urnas en elecciones a 70 parlamentos. Pondrán a prueba el funcionamiento y la calidad de las instituciones de la democracia, pero los resultados tendrán también su traducción en la correlación de fuerzas entre las grandes potencias del tensionado orden multipolar, sobre todo en cuatro casos especialmente vinculados al rumbo y a la estabilidad del planeta.

Abre el calendario el 13 de enero la elección presidencial en Taiwán, muy relevante por las ambiciones anexionistas del régimen de Pekín y su peculiar participación intimidatoria en la campaña, con vulneraciones del espacio aéreo y marítimo de la isla, así como sus intensas operaciones de desinformación en las redes sociales. Aunque encabeza los sondeos el candidato del independentista Partido Democrático Progresista, que ha detentado la presidencia del país en los últimos ocho años, los sondeos revelan una enorme incertidumbre. El resultado determinará el tono de las relaciones entre la inmensa y ascendente dictadura china y este pequeño y pluralista país que se juega su futuro y su democracia, también como el mayor fabricante de semiconductores del mundo, la materia prima industrial del presente digital.

Es de otro orden la incertidumbre que se cierne sobre India, primer país del mundo en número de habitantes desde abril pasado. Potencia ascendente y rival regional de China, el nuevo gigante asiático celebra sus prolongadas elecciones generales durante los meses de abril y mayo. Las encuestas dan por segura la mayoría del BJP (Baratiya Janata Party), la formación nacionalista hindú que dirige el Gobierno desde 2014. La gran incógnita radica en la envergadura de la victoria de Narendra Modi, primer ministro de popularidad tan enorme como su autoritarismo excluyente hacia los musulmanes. La mayor democracia del mundo es también el único contrapeso del expansionista vecino chino, aunque más devaluada cuanto más se asientan el iliberalismo y el poder personal de Modi, bajo cuyo control van cayendo las instituciones, desapareciendo los equilibrios de poder y restringiéndose el pluralismo.

También distinto es el envite que afecta a los europeos, con unas elecciones a la Eurocámara entre el 6 y el 9 de junio, en las que por primera vez puede mutar el color de la Comisión debido al ascenso de la extrema derecha, impulsada sobre todo por la crisis migratoria. El Ejecutivo europeo, controlado históricamente por las ideologías tradicionales —la democracia cristiana, la socialdemocracia y el liberalismo—, puede cambiar radicalmente si las urnas dan a euroescépticos y xenófobos la oportunidad de ofrecerse al Partido Popular Europeo para formar mayorías parlamentarias e incluso entrar en la Comisión y condicionar sus políticas. Además de un freno a la integración europea y un viraje en las iniciativas más cuestionadas desde el extremismo conservador —del medio ambiente a la inmigración—, la desaparición del tabú que rige aún respecto a la extrema derecha tendría repercusiones directas en cada uno de los Veintisiete.

La elección más determinante, la del presidente de Estados Unidos, no llegará hasta noviembre, aunque entre las primarias —que empiezan con los caucus de Iowa en enero— y la elección presidencial se extenderá la inquietud generalizada que suscita Donald Trump. Las encuestas le dan por ganador en ambos procesos electorales, el de selección del candidato de los dos grandes partidos y el del colegio de compromisarios para la elección presidencial. No cuentan de momento en el ánimo de los encuestados el balance desastroso de su caótica presidencia ni los cuatro procesos penales en los que está implicado. Sus peripecias judiciales, que afectan incluso a su elegibilidad, mantendrán en vilo a la opinión mundial. Sobre todo, a los aliados y vecinos de Washington por la imprevisibilidad de alguien acostumbrado a romper tratados y destruir instituciones, nacionales e internacionales.

México, que el 2 de junio podría vivir una segunda revolución eligiendo a la primera presidenta de su historia —sea Claudia Sheinbaum, heredera del carismático López Obrador, o la opositora Xóchitl Gálvez—, en noviembre también tendrá los ojos puestos en su vecino de la frontera norte. No será tan solo la democracia la que sufriría con una nueva victoria de quien ha demostrado tan escaso respeto por el Estado de derecho como Trump. También aumentarían las trabas a la inmigración latinoamericana y la inestabilidad mundial.

A los europeos corresponde prepararse para lo peor, es decir, un resultado que perturbe el lazo transatlántico, debilite a Ucrania frente a Rusia y dé carta blanca a Netanyahu en la salida de la guerra de Gaza. Entre las elecciones de Taiwán y las estadounidenses, pasando por las europeas y las mexicanas, el nuevo año corre el riesgo de identificarse con la abierta declaración de una segunda guerra fría entre China y Estados Unidos. Si es así, la UE deberá definir su posición y comprobar su capacidad para traducir en actos los eternos deseos de desempeñar un papel estratégicamente autónomo en el nuevo orden internacional.

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