Paz en el Cáucaso sur: una ilusión navideña
Con la ocupación de Nagorno-Karabaj por parte de Azerbaiyán estamos ante un nuevo Genocidio Armenio; las presiones para firmar un acuerdo con el invasor solo sirven para encubrir esta catástrofe humanitaria
Hemos sido espectadores de un hecho insólito en la historia del siglo XXI, la disolución de un Estado democrático, la República de Nagorno-Karabaj (Artsaj). Esta será “integrada” forzosamente y ...
Hemos sido espectadores de un hecho insólito en la historia del siglo XXI, la disolución de un Estado democrático, la República de Nagorno-Karabaj (Artsaj). Esta será “integrada” forzosamente y por la vía de hecho en un Estado dictatorial, tras la limpieza étnica perpetrada contra toda la población civil. En palabras de Luis Moreno Ocampo, primer fiscal jefe de la Corte Penal Internacional (CPI), estamos frente a un nuevo Genocidio Armenio.
La esperada reacción contundente de la comunidad internacional no ha llegado. Ni la Unión Europea (UE) ni otras potencias han actuado para evitar esta catástrofe humanitaria, como se hizo en Kosovo o Ucrania. Hemos contemplado meras declaraciones que por sí mismas carecen de cualquier impacto tangible y han otorgado carta blanca a Azerbaiyán.
No es sorprendente que algunos países, para encubrir su inacción ante esta catástrofe, propaguen la idea de una supuesta paz en el Cáucaso sur antes de fin de año, como si de un presente de San Nicolás se tratara.
Presionar a Armenia para que firme un acuerdo con Azerbaiyán equivale a pedirle a Checoslovaquia que pactase con la Alemania nazi en 1938, mientras las tropas nazis avanzaban en los Sudetes. La historia nos ha mostrado el resultado de la inactividad de Europa frente al ascenso de Adolf Hitler, quien en 1939 despreció el recuerdo de los armenios mientras lideraba la invasión de Polonia.
La diáspora armenia recuerda vívidamente el silencio cómplice durante el Genocidio Armenio de 1915, cuando más de 1,5 millones de armenios perecieron bajo el yugo otomano. Genocidio que obligó a toda una nación a elegir entre la muerte, la diáspora o la sumisión bajo la hoz y el martillo soviético. ¿Cómo es posible que el pueblo armenio sufra nuevamente un genocidio a manos de los mismos perpetradores en pleno siglo XXI?
Algunos líderes, motivados por un repentino espíritu navideño, aplauden un acercamiento entre Armenia y Azerbaiyán para firmar un supuesto acuerdo de paz. Dicho acuerdo legitimará la invasión de Artsaj por parte de Azerbaiyán, y supondrá el blanqueamiento de los crímenes perpetrados contra su población civil, incluyendo las torturas, violaciones, vejaciones, saqueos y ejecuciones sumarias.
También se está valorando una “reintegración” de la población civil que tuvo que huir de Artsaj para preservar su vida. Reintegrar a la población armenia bajo el dominio del clan de los Aliyev que gobierna Azerbaiyán, sin ninguna garantía internacional, equivale a condenar a los judíos en los guetos durante el Tercer Reich, anticipando su exterminio. Mientras tanto, los dirigentes de Artsaj, elegidos democráticamente, junto a civiles y militares capturados por Azerbaiyán, languidecen en las cárceles de Bakú. Esta “hospitalidad” también se extiende a la población azerbaiyana, disidentes políticos, periodistas no alineados o minorías que se niegan a someterse al clan Aliyev.
Al mismo tiempo que Turquía y Azerbaiyán se involucran en este ballet diplomático por la paz, están planeando una invasión de Armenia que justifican con la apertura de un corredor través de la región armenia de Syunik, renombrando toda la República de Armenia como “Azerbaiyán Occidental” a fin de exigir el regreso de una supuesta población turca a tierras armenias, e incluso la “devolución” forzosa de enclaves cuyo número fluctúa según el ánimo de los líderes de dichos países. El Instituto Lemkin ha dado la alarma de que la invasión de Armenia es inminente. Por ello, sería de gran utilidad para las autoridades armenias recordar la máxima latina si vis pacem, para bellum.
¿Está Armenia entre la espada y la pared o las autoridades de la República caucásica se sienten alentadas por promesas ilusorias de un futuro mejor por parte de la comunidad internacional?
Sea cual sea la opción, la armenofobia prevalente en Azerbaiyán no desaparecerá de la noche a la mañana. Los armenios han sido el “enemigo externo” utilizado por el régimen azerbaiyano para limitar las libertades de sus ciudadanos y mantenerse en el poder durante más de tres décadas. Similitudes que nuevamente nos trasladan a la Alemania nazi, cuya maquinaria propagandística creaba enemigos externos, entre ellos, los “juden”.
La firma de cualquier acuerdo en estas condiciones no es un presente, sino que supone poner en blanco y negro la capitulación de toda una nación, y el blanqueo de un nuevo genocidio cometido por Azerbaiyán contra la población civil de Artsaj. Aunque el Parlamento Europeo, en su resolución del 5 de octubre, abogó por sancionar a los líderes azerbaiyanos responsables de violaciones de derechos humanos, investigar los crímenes de guerra y revisar las relaciones con Azerbaiyán, no existen acciones concretas por parte de los Estados miembros de la UE.
El verdadero regalo que la comunidad internacional debería ofrecer, si realmente se pretende restaurar una frágil paz y seguridad en el Cáucaso sur, es la protección del derecho a la vida de la población autóctona armenia a través del despliegue de fuerzas de interposición de la paz, y asegurar el retorno de los prisioneros de las cárceles de Bakú.