Tribuna

Fuerza irresistible frente a objeto inamovible

Los problemas económicos y sociales en Alemania son un buen ejemplo de cómo el uso de ciertas palabras es clave porque con ellas no se transmiten solo hechos, sino también juicios

Trabajadores de la educación publica alemana se manifiestan exigiendo mejores condiciones laborales.FILIP SINGER (EFE)

Un gobierno situado en dos tercios a la izquierda quiere endurecer la política de inmigración en Alemania, cuando más población que nunca se mueve en el mundo y el país está a punto de perder por jubilación a dos millones de trabajadores. Parafraseando al Joker frente a Batman en El Caballero Oscuro: una fuerza imparable choca con un objeto inamovible.

Alemania recibirá en 2023 del número más alto de demandas de asilo desde que Angela Merkel pronunció su famoso Wir schaffen das ...

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Un gobierno situado en dos tercios a la izquierda quiere endurecer la política de inmigración en Alemania, cuando más población que nunca se mueve en el mundo y el país está a punto de perder por jubilación a dos millones de trabajadores. Parafraseando al Joker frente a Batman en El Caballero Oscuro: una fuerza imparable choca con un objeto inamovible.

Alemania recibirá en 2023 del número más alto de demandas de asilo desde que Angela Merkel pronunció su famoso Wir schaffen das por la ola de refugiados sirios en 2015, y a esto se suma el millón de ucranianos que vive aquí sin necesidad de papeles. Pero 14 millones de alemanes se retirarán antes de 2035, prejubilarse es ahora su opción preferida, y cuarenta y cinco millones de empleados trabajan hoy tantas horas como cuarenta millones de 1991. No hay más que irse a tomar un café o hacer la compra: los carteles de “se busca personal” son perennes. Los que tenemos hijos en colegios alemanes estamos acostumbrados a oír que no hay profesores para tanto alumno. El desempleo se mantiene en torno a un resistente cinco por ciento.

Los políticos, no solo los de extrema derecha, se enredan en historias que alimentan la envidia y otros sentimientos primitivos hacia los inmigrantes (se ha convertido en meme la cita del líder conservador Friedrich Merz, sobre cómo los recién llegados ocupan las consultas odontológicas para embellecerse la boca, mientras los ciudadanos alemanes esperan meses por una cita). Lanzan cifras difíciles de contextualizar para el votante medio, del que se busca reforzar lo que ya cree, no plantearle ideas que lo descoloquen o le hagan ver que, oye, el de enfrente no está tan mal. Los medios de comunicación contribuyen a esto porque da clics. A Alemania le faltan trabajadores, pero, según este discurso, no le gusta los que recibe; necesita personas, pero quiere bloques de Lego que encajen sobre los anteriores. Un grupo de lingüistas usó la frase de Merkel como punto de partida para analizar la información sobre migración. Sus resultados muestran patrones: cerca de “refugiado” o “inmigrante” aparecen palabras relacionadas con mercancías, como “cuota”, “saturación”, “carga”, “reparto” o “cantidad”. Se nombran topónimos de destino, pero no de origen, homogeneizando y anonimizando.

Esto fue distinto cuando llegaron los ucranios. Aquí los medios y los políticos personalizaron historias de origen, las constelaciones de palabras cambiaron a “alojamiento”, “refugio”, “cuidado”, “ayuda”, “contribución”. Este es un tema en el que, una vez más, a Alemania le pesan los libros de historia. El fracaso de la comunidad internacional a la hora de acoger a los que huían de los nazis empujó a muchos hacia las cámaras de gas. A raíz de esas atrocidades la comunidad internacional creó después de la guerra acuerdos vinculantes sobre refugiados y derechos humanos.

Las narrativas están muy integradas en cómo las personas vemos las cosas, los seres humanos necesitamos creer en historias, mitos que nos expliquen quiénes somos. El uso de vocabulario y constelaciones de palabras es clave porque no se transmiten solo hechos, sino también juicios. De esa forma, el debate público influye en la acción política.

Un grupo de trescientos expertos en ciencias sociales ha denunciado que el discurso en torno a la migración en Alemania está despoblado de hechos e invadido por imágenes en aras de políticas populistas, como la necesidad de “un pacto alemán” contra la inmigración irregular, cuando el problema ni es nuevo, ni es urgente, ni es generalizado en un país donde la edad más frecuente es de 40 a 60 años.

Los alemanes, por supuesto, quieren clases pequeñas para sus hijos, calles seguras, médicos, sus desfiles de San Martín con farolillos, los mercados de Navidad, Carnaval, Pascua. Pero sus principales preocupaciones no tienen que ver con los que llegan, sino con la gestión de los que están. Los precios de los alimentos y la energía siguen altos. Las citas para alquilar pisos en Berlín, Hamburgo o Múnich son auténticos casting. Han aumentado los casos de depresión, sobre todo por soledad. Faltan guarderías. En el país de los coches potentes, las principales autopistas están saturadas. La red ferroviaria zigzaguea por un extenso territorio en el corazón de Europa, pero son célebres los chistes por su baja fiabilidad (mi favorito: la P en Deutsche Bahn significa puntualidad). Internet va tan mal en algunos sitios que es más rápido enviar fotos con un DVD llevado por un jinete que online. Estas son las preocupaciones del día a día.

Al Joker no le dio tiempo a explicarlo porque estaba colgando bocabajo de un rascacielos frente a Batman, pero la paradoja de la fuerza imparable está en el origen de la palabra china contradicción, que es en lo que se han encallado los políticos alemanes por su falta de autocrítica y de confianza en el votante para entender un tema complejo como es la migración.

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