La hipocresía del lenguaje: ¿qué es el terrorismo?

Vocablos que parecían haber sido abandonados con la llegada de las democracias como genocidio, guerra y holocausto empiezan a levantar la cabeza amenazando con devolvernos a tiempos que creíamos derrotados

Un grupo de rescatistas traslada una víctima tras un ataque de Israel en Palestina.MAHMUD HAMS (AFP)

Las palabras también pueden matar como las armas. Lo están haciendo en este momento de las dos guerras que asustan al mundo y hacen correr ríos de sangre. Basta dar un vistazo a las noticias para entender que, por ejemplo, la palabra terrorismo está amontonando víctimas mortales.

Bajo el toldo del terrorismo se esconden venganzas y se infiltran intereses meramente políticos. No hace falta acudir a los diccionarios para saber que el término ...

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Las palabras también pueden matar como las armas. Lo están haciendo en este momento de las dos guerras que asustan al mundo y hacen correr ríos de sangre. Basta dar un vistazo a las noticias para entender que, por ejemplo, la palabra terrorismo está amontonando víctimas mortales.

Bajo el toldo del terrorismo se esconden venganzas y se infiltran intereses meramente políticos. No hace falta acudir a los diccionarios para saber que el término terrorismo ahora y siempre evoca miedo, pánico, espanto, venganza, muerte, dolor e injusticia.

Si se hiciera un estudio sobre las palabras que se están usando en todo el mundo con motivo, por ejemplo, de la guerra en Israel, veríamos que la de terrorismo domina el lenguaje.

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El vocablo terrorismo no necesita excesivas exégesis. Hasta los niños saben lo que es y a veces son ellos sus mayores víctimas como está ocurriendo en Medio Oriente.

Aquí en Brasil, el Gobierno progresista de Lula y sobre todo los líderes de su partido, el PT, están sufriendo con la discusión de si Hamás es o no un grupo terrorista o simplemente uno de liberación.

Lula se ha escudado para no admitir que Hamás es terrorista en que la ONU tampoco lo considera tal por haber sido elegido en las urnas. Es de nuevo la ambigüedad del lenguaje. Negar, a estas horas, después de tanta sangre vertida de una parte y de otra que el terrorismo invade el conflicto entre Israel y Palestina es pueril.

En este momento el Gobierno brasileño lucha aún para poder liberar a 30 de sus ciudadanos que no consiguen salir de Gaza y se especula que se trate de una venganza de Israel por su ambigüedad en no considerar a Hamás como terrorista.

Una vez más el lenguaje a servicio de la violencia y de la muerte. Y es que a estas horas y después del horror que el mundo entero está viendo en esta guerra poco importa que la sangre vertida, el dolor acumulado, los niños y mujeres sacrificadas y el peso de las venganzas atávicas se llamen de un modo o de otro. Nada peor y más peligroso que la hipocresía.

Lo que el mundo necesita es que acabada esta guerra, que esperamos sea lo antes posible, se vuelva al espíritu de la razón para poder llamar a las cosas por su propio nombre y para que vuelva a resurgir la luz de la paz para ambos pueblos en eterno conflicto, sin que ninguno de ellos pretenda eliminar al otro.

Puede parecer banal o ingenua la idea, por ejemplo, que siempre naufragó de que Israel y Palestina puedan convivir en paz, como dos pueblos que, en definitiva, tienen las mismas raíces históricas, de algún modo hasta un mismo dios para adorar. Y para que esa utopía se haga realidad es necesario que empiece a revisarse el lenguaje hasta ahora utilizado que evoca solo dolor, muerte y venganza.

Si la política y la democracia son palabras que deberían evocar tiempos de paz y de armonía entre los diferentes, es necesario que vuelvan a ser desempolvadas a la luz del sol, sin tergiversarlas.

Si puede parecer difícil definir qué violencia es terrorista y cuál es libertadora, hasta donde pueden llegar la legítima defensa y la sed de venganza, sí es fácil entender lo que cada uno llevamos incrustado en nuestra piel y que evoca sed de paz, de felicidad, de armonía, de diálogo, de culturas ensambladas que nos enriquezcan.

Si es fácil entender lo que significa la verdadera paz sin las ambigüedades de la política que juega a la violencia con la desenvoltura con la que un niño se divierte con su peonza, más difícil es admitir hasta dónde puede llevar el terror cuando se prostituyen las palabras.

El hecho de que en estos momentos vuelvan a escucharse y defenderse en boca de algunos políticos de la extrema derecha, incluso aquí en Brasil, vocablos malditos como los de genocidio u holocausto, o el apodo de ratas para definir a los judíos, indica que estamos desempolvando infiernos que parecían haberse extinguido para siempre.

No se trata de pesimismo u optimismo. Están en juego valores fundamentales que, si se quiebran, el mundo se desequilibra y a pesar de que, al mismo tiempo, nunca la humanidad consiguió avances científicos tan importantes que nos están llevando a vivir más y mejor que nunca, nos puede arrastrar al pesimismo de los que siguen pensando que tiempos pasados fueron mejores.

Hoy están llegando a la política y abrazando los valores de la democracia personajes que tomaron un día las armas en movimientos revolucionarios de diversos colores y que eran calificados de terrorismo. No siempre les está resultando fácil. En algunos casos intentan continuar en regímenes democráticos las viejas prácticas de la violencia, mientras en otras se han injertado en los valores de la democracia.

El auge en el mundo de la extrema derecha golpista y nostálgica de las viejas dictaduras vuelve a resucitar el lenguaje del terror, del miedo, de las venganzas y la literatura de la muerte contra la vida. Quizá no sea a caso que justamente con la nueva ola de extremismo fascista y hasta con ribetes nazis hayan vuelto a estallar las viejas guerras que parecían solo una pesadilla del pasado.

Que el lenguaje y la fuerza que entraña pueden ser objeto de paz o de guerra lo estamos viendo en las palabras de orden de los nuevos y sombríos líderes populistas que empiezan a surgir junto con los nuevos conflictos armados.

Vocablos del diccionario que parecían haber sido abandonados con la llegada de las democracias y de los valores libertarios, como dictadura, tortura, genocidio, guerra, censura y hasta holocausto, empiezan a levantar la cabeza amenazando con devolvernos a tiempos que creíamos derrotados. De ahí la importancia que hoy alcanza la liturgia del voto depositado en las urnas. Ya no es simplemente un juego o un deporte democrático. Es un imperativo nuevo, el último refugio que nos queda contra el peligro de que puedan resucitar los viejos demonios del terror. No acaso, como aquí en Brasil, la guerra contra las urnas y contra el voto en libertad, como ocurrió con el bolsonarismo, estuvo al borde de devolver al país a los tiempos del terror fascista.

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