La zarza ardiendo
Estamos de acuerdo en que Israel tiene derecho a defenderse frente a un ataque bárbaro, recuperar a los rehenes e intentar desmantelar a Hamás. Y, a la vez, ponemos tres peros
En pocos lugares el diablo se deja ver tanto como en Tierra Santa. Portando la espada del faraón egipcio hace 3.000 años o de las Brigadas Al Qasam hace tres semanas. Y, entremedias, de los babilonios, romanos, cruzados y otros enviados celestiales de las tres grandes religiones, judía, cristiana y musulmana. Ojo por ojo, diente por diente, bomba por bomba.
Por un lado, Israel parece un gigantesco robot de cocina que calienta y tritura toda cosmovisión del mundo...
En pocos lugares el diablo se deja ver tanto como en Tierra Santa. Portando la espada del faraón egipcio hace 3.000 años o de las Brigadas Al Qasam hace tres semanas. Y, entremedias, de los babilonios, romanos, cruzados y otros enviados celestiales de las tres grandes religiones, judía, cristiana y musulmana. Ojo por ojo, diente por diente, bomba por bomba.
Por un lado, Israel parece un gigantesco robot de cocina que calienta y tritura toda cosmovisión del mundo. Y ahora va a toda velocidad. La generación actual no recuerda un momento peor. Contrastemos a los jóvenes palestinos que, en los años 90, se manifestaban frente a los soldados israelíes llevando ramas de olivo con los que, hace unos días, descendían en paracaídas sobre el festival de música junto a un kibutz para masacrar a sus asistentes. O, en el bando contrario, comparemos el pragmatismo pactista del Gobierno de Ehud Barak con el dogmatismo intransigente de la Administración Netanyahu. Algunos oficiales israelíes han declarado: estamos “luchando con animales humanos” y “no habrá electricidad ni luz. Habrá solo destrucción. Queríais infierno y tendréis infierno”.
Por otro lado, el periodo de mayor odio en el terreno coincide con el de mayor sensatez en la comunidad internacional. Sí, ha habido patinazos sonados, ya sea de Von der Leyen por la derecha o Ione Belarra por la izquierda, pero la denuncia prácticamente unánime de esos desvíos indica que hay un camino, más claro y diáfano, desde que tengo memoria, para la paz. Del primer político del mundo democrático, Joe Biden, al último analista en los medios de influencia, la coincidencia es casi total. Estamos de acuerdo en que Israel tiene derecho a defenderse frente a un ataque bárbaro, recuperar a los rehenes e intentar desmantelar a Hamás. Y, a la vez, ponemos tres peros. Primero, que llegue ayuda humanitaria a una población palestina que no puede confundirse con Hamás. Segundo, que Israel evite una ocupación de Gaza, porque las invasiones americanas de Afganistán e Irak muestran que quien intenta extirpar el terrorismo de un territorio acaba siendo extirpado de ese territorio. Y, tercero, que debe existir un Estado palestino viable, una propuesta que suena tan consensual ahora como divisiva históricamente.
Es difícil ser optimista cuando el diablo enciende el fuego. Pero, tras la zarza ardiendo, está Dios.