Discurso de oposición

Feijóo se presenta en su investidura como jefe de un bloque contra Sánchez reconocible por toda la derecha

El candidato a la presidencia del Gobierno y líder del PP, Alberto Núñez Feijóo se dirige a la tribuna de oradores, este miércoles.Juan Carlos Hidalgo (EFE)

Apenas un par minutos después de subir a la tribuna del Congreso de los Diputados para ofrecer su discurso de investidura como aspirante a la presidencia del Gobierno, el candidato popular, Alberto Núñez Feijóo, pronunció la palabra amnistía y sus argumentos conocidos para no concederla a quienes aún tienen causas abiertas por el procés. Y la primera medida que anunció ayer fue de carácter punitivo: una reforma del Código Penal para tipific...

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Apenas un par minutos después de subir a la tribuna del Congreso de los Diputados para ofrecer su discurso de investidura como aspirante a la presidencia del Gobierno, el candidato popular, Alberto Núñez Feijóo, pronunció la palabra amnistía y sus argumentos conocidos para no concederla a quienes aún tienen causas abiertas por el procés. Y la primera medida que anunció ayer fue de carácter punitivo: una reforma del Código Penal para tipificar como delito la “deslealtad constitucional” y para aumentar las penas de malversación de fondos públicos, en alusión a dos de las reformas más polémicas del actual Gobierno en funciones. No hubo ninguna propuesta más ni reflexión en toda la sesión para enfrentar el reto político catalán.

La oposición a la amnistía fue el eje real de toda la jornada. Quedaba claro en el arranque de la sesión que el líder del PP aspiraba, en realidad, a su investidura como jefe de una oposición reconocible por todos los sectores de su partido, incluidos quienes le exigen posiciones más ultramontanas, que ayer le aplaudieron en el hemiciclo y en las redes sociales. Se trataba de dar solemnidad parlamentaria a los argumentos ya escuchados en el mitin del domingo, en el primer paso para intentar la reunificación de la derecha siguiendo la estela de Aznar.

Toda su exposición en la tribuna del Congreso parecía atravesada por el trauma del 23-J, con el fantasma de Pedro Sánchez sobrevolando un discurso en el que se demoró en justificar su intento de investidura mientras la convertía en la censura anticipada a un hipotético futuro Gobierno socialista y a una ley de amnistía sobre la que se desconoce todo más allá del nombre.

La política ficción en la que los populares parecieron instalarse tras las elecciones tuvo ayer su máxima expresión en el argumento sobrevenido de los últimos días: “Tengo a mi alcance los votos para ser presidente del Gobierno, pero no acepto pagar el precio que me piden para serlo”, aseguró, sin explicar que un acuerdo del PP con Junts le privaría inmediatamente del apoyo de Vox y dejaría al PP en la dimensión de sus 137 escaños, y argumentó que tiene “principios, límite y palabra”. El aspirante daba por sentado así que cualquier candidato que sí consiga gobernar carecerá de principios, anticipando la peligrosa deslegitimación del Gobierno de España que los populares practican desde que una moción de censura los sacó del palacio de La Moncloa.

La parte más propositiva del discurso no ofreció novedades: recuperó su oferta de seis pactos de Estado muy genéricos y las promesas básicas del programa electoral que el PP presentó a las elecciones del 23-J, con una batería de promesas sin contexto económico, lejos del programa político que expone un candidato cuando se enfrenta a la posibilidad real de gobernar un país.

Otra evidencia de que asistíamos a una sesión que no acabará en la elección de un presidente del Ejecutivo fue que no incluyera tampoco las concesiones que inevitablemente ha tenido que hacer a sus tres aliados para la investidura —Vox, UPN y CC— porque en eso consiste precisamente la negociación entre partidos. Nadie da sus votos gratis. Las recetas económicas incluyen la ecuación imposible de bajadas de impuestos, recorte del déficit e incremento de gasto, porque ayer supimos que la derogación del sanchismo no incluía el escudo social implementado por el Gobierno saliente, puesto que Núñez Feijóo se comprometió a mantener, e incluso incrementar, muchas de las medidas contra las que su partido votó en la pasada legislatura.

Guerra cultural por un extremo de la derecha y aromas de políticas medio socialdemócratas por el otro extremo. La reunificación de la derecha en el horizonte. En esa tensión también hay que ubicar los guiños al electorado de Vox sobre la crisis climática (“transición ecológica sí; dictadura activista, en ningún caso”), en las políticas de género (“no habrá imposiciones ni adoctrinamiento en las aulas”) o en la difusión del bulo de que la okupación de viviendas particulares es un problema muy extendido en España.

La pretensión de convertir la investidura en una censura previa a Pedro Sánchez y a la amnistía naufragó en el turno de réplica cuando, en una decisión discutible por la transcendencia institucional de un debate como este, aunque sea fallido de antemano, el líder del PSOE y presidente del Gobierno en funciones se limitó a seguir el debate desde su escaño y en su lugar subió por sorpresa a la tribuna el diputado Óscar Puente. Si el discurso de Feijóo sonó en muchos momentos a mitin contra Sánchez, Puente replicó en el mismo registro y con una dureza contra el líder popular que levantó a la bancada socialista.

Puesto que la amnistía fue la columna vertebral de toda la intervención del líder popular, el silencio atronador de Sánchez ayer solo puede interpretarse como una manera de preservar sus argumentos para cuando tenga que defender su propia investidura si recibe el encargo real tras, salvo sorpresa mayúscula, el fracaso de Feijóo.

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