Pudores

Asumir un compromiso está bien, pero no conviene perder el sentido de la vergüenza. Es una lección que debe aprenderse en la adolescencia y cultivar a lo largo de nuestra vida pública y privada

Procesión del Cristo de los Niños, el pasado abril en Madrid.Alejandro Martínez Vélez (Europa Press)

El padre Jesús, sacerdote encargado de la librería en los Escolapios de Granada, me invitó a formar parte de la Legión de María a principio de los años 70. Aficionado adolescente a los libros, acabé rezando la Catena Legionis en las mañanas de sábado. ¿Quién es Esta que va subiendo cual aurora naciente, bella como la luna, brillante como el sol, terrible como un ejército formado en batalla? ¿Y quién soy yo?, acabé por preguntarme. Nunca agradeceré bastante las lecciones que da la vida por sorpresa. Cuando el padre Jesús empezó a encargarme tareas, aprendí que la militancia y la fe tiene...

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El padre Jesús, sacerdote encargado de la librería en los Escolapios de Granada, me invitó a formar parte de la Legión de María a principio de los años 70. Aficionado adolescente a los libros, acabé rezando la Catena Legionis en las mañanas de sábado. ¿Quién es Esta que va subiendo cual aurora naciente, bella como la luna, brillante como el sol, terrible como un ejército formado en batalla? ¿Y quién soy yo?, acabé por preguntarme. Nunca agradeceré bastante las lecciones que da la vida por sorpresa. Cuando el padre Jesús empezó a encargarme tareas, aprendí que la militancia y la fe tienen unos límites. El pudor es un buen vigilante en la conciencia.

Con algunos compañeros cumplimos la misión de formar un grupo de música para ir a entretener a las ancianas de un asilo. Después de interpretar lo mejor posible el Palmero sube a la palma y dile a la palmerita, escuché a una de nuestras ancianas murmurar que aquello no era un entretenimiento sino una tomadura de pelo. También lo pasé muy mal cuando me encargaron visitar a un muchacho discapacitado. Se trataba de poner sobre su cabeza una foto del sacerdote fundador de la Legión, sanarlo y conseguir el milagro que le faltaba para ser canonizado. Le ponía la foto cada vez que me quedaba solo y se la quitaba avergonzado cuando se oían llegar por el pasillo los pasos de su padre.

Asumir un compromiso está bien, pero no conviene perder el sentido de la vergüenza. Es una lección que debe aprenderse en la adolescencia y cultivar a lo largo de nuestra vida pública y privada. Muy triste resulta observar de qué manera algunos personajes se acostumbran a hacer el ridículo día tras día. Aprendí a dudar de mí mismo gracias al padre Jesús, y cada septiembre me acuerdo de él para empezar el curso. Perdí el fanatismo antes que la fe.

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