Prensa del corazón en internet (II)
Millones de tuits y retuits, ‘posts’ o vídeos siguen haciendo interpretaciones que tienen más que ver con otras formas de crítica cultural y social que con el chisme por el chisme
La crónica o prensa rosa, originariamente conocida como crónica de salones, crónica de sociedad o ecos de sociedad, con internet ha adquirido un nuevo tipo de público, un nuevo tipo de espectador y/o lector, ya no simplemente pasivo, ya no meramente ansioso de morbosidad y sensacionalismo, sino, ahora, hoy, un público, un espectador, un lector, un sujeto que participa activamente, ...
La crónica o prensa rosa, originariamente conocida como crónica de salones, crónica de sociedad o ecos de sociedad, con internet ha adquirido un nuevo tipo de público, un nuevo tipo de espectador y/o lector, ya no simplemente pasivo, ya no meramente ansioso de morbosidad y sensacionalismo, sino, ahora, hoy, un público, un espectador, un lector, un sujeto que participa activamente, desde sus plataformas digitales y sus redes sociales, de la opinología en torno a los chismes y los entresijos de las vidas de los famosos. A veces, incluso, con la misma o mayor capacidad y con la misma o mayor influencia que la de los periodistas del corazón; con una notable diferencia: este nuevo sujeto, este nuevo público, no solo opina cuando lo desea, si así lo desea, ya sea de manera profesional o aficionada, desde su cuenta de Twitter o TikTok o desde su canal de YouTube; también genera críticas, discursos y narrativas, culturales, sociales, políticas, a partir de un material aparentemente superficial y frívolo. La televisión, en cambio, la caja, tonta o mágica, la salsa rosa televisada, no posibilitaba, ni posibilita, ni una visibilización amplia y honesta del juicio del público ni las dialécticas que este produce al articularse comunitariamente en la Red.
La cuenta de Twitter @TVSALSEO confirma el descomplejo de las generaciones de los 2000 al exhibir su interés y su fascinación por la telebasura y sus sucedáneos contemporáneos; y también constata la potencia artística y política que esta puede desarrollar cuando es reflexionada y tomada en serio. A partir de un imaginario colectivo construido en base a una cierta mitología producida y continuada por revistas y programas televisivos sobre actualidad y el mundo del corazón —como ¡Hola!, Lecturas o Pronto; como Sálvame o el reality show La isla de las tentaciones—, en base a una cierta mitología protagonizada por personalidades mediáticas e icónicas de la prensa rosa —como Belén Esteban, sujeta a una interesante reflexión de clase que me ocuparía otro artículo—, el meme en internet deviene un artefacto que representa y suma, precisamente, a la disposición de la cultura pop a suscitar, formar y propagar nuevos relatos y ficciones que reflejan cuestiones tan importantes y esenciales como son el feminismo o la lucha de clases. Un ejemplo de ello es el fenómeno de masas, popular, que ha originado la ruptura entre Rosalía y Rauw Alejandro, precedida por otras rupturas célebres y sonadas como podrían ser la de Laura Escanes y Risto Mejide o la de Shakira y Piqué.
Sin tener en cuenta los grandes titulares y noticias en medios generalistas y especializados, millones y millones de tuits y retuits, posts, stories, reels, vídeos de TikTok, canales de YouTube, espontáneamente y arrolladoramente, siguen expresando —diciendo, rediciendo, desdiciendo— interpretaciones con perspectivas feministas y de clase que tienen algo más que ver con el surgimiento de otras formas de crítica cultural y social que, solamente, o exclusivamente, con el chisme por el chisme. Y es que poco o nada importante es la veracidad desde la que un usuario de internet declara sus conjeturas alrededor de las vidas de los famosos si, ya sea intencionadamente o sin querer, reflexionan sobre lo político. Rosalía, como tantas otras celebrities, no solo significa, no solo personifica y mediatiza narrativas que van de lo personal a lo colectivo, de su sentimiento íntimo al sentimiento colectivo de sus fans, de sus seguidores, o, simplemente, de los otros; también y sobre todo las genera; y por ello es interesante y digno de analizar, políticamente, cómo su desamor no es nada más y nada menos que la sobredimensión de cualquier otro (nuestro) desamor para poder dotar a la nueva crítica cultural marxista en construcción su propia crónica del corazón.