Querido Puigdemont

El Partido Popular hará bien en hablar con todas las fuerzas, incluido Junts, pero es lo que se llama sanchismo

El coordinador general del PP, Elías Bendodo, durante una rueda de prensa.Alex Zea (europa press)

Lo más fascinante del verano (políticamente hablando, se entiende) es contemplar cómo el Partido Popular va encontrándose con todas las piedras que creía que estaban ahí solo para que Pedro Sánchez tropezara en ellas. Era bonito mirar desde la barrera, criticar y reírse cuando el PSOE lo hacía, pero ese momento ha pasado. Ahora el propio PP avanza para atravesar el mismo río, se encuentra esas piedras (más los cocodrilos que se ha echado a la espalda) y no sabe qué hacer.

Como un adolescente que creía conocer los secretos de la vida mejor que los adultos, el PP de Feijóo se ha jactado d...

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Lo más fascinante del verano (políticamente hablando, se entiende) es contemplar cómo el Partido Popular va encontrándose con todas las piedras que creía que estaban ahí solo para que Pedro Sánchez tropezara en ellas. Era bonito mirar desde la barrera, criticar y reírse cuando el PSOE lo hacía, pero ese momento ha pasado. Ahora el propio PP avanza para atravesar el mismo río, se encuentra esas piedras (más los cocodrilos que se ha echado a la espalda) y no sabe qué hacer.

Como un adolescente que creía conocer los secretos de la vida mejor que los adultos, el PP de Feijóo se ha jactado de demasiadas cosas con las que ahora tiene que tragar. Y ya le ha cambiado la cara. Después de menospreciar las aspiraciones de los nacionalistas, cae en la cuenta de que sus votos son tan valiosos como los de los demás. Después de acusar a Sánchez de pactar con los enemigos del Estado, saca la calculadora y comprueba que también los necesita. Por eso vuelve su mirada hacia Junts.

“Tenemos que tener capacidad de hablar con todos”, ha dicho Elías Bendodo. Y con eso lo ha dicho todo. También el PP necesita al partido de Puigdemont. Y ahora se da cuenta de que sus votantes son tan legítimos y legales como los demás.

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Lamento aquí desafiar el descanso de las neuronas que estaréis disfrutando estos días, pero vayan ahora algunos números para que nos entendamos:

El PP y Vox suman 170 votos, a los que apenas podrían añadir uno de UPN y otro de Coalición Canaria. Les faltan cuatro para la mayoría absoluta.

El PSOE y Sumar suman 152 votos, que pueden ampliar con los 7 de ERC, los 6 de Bildu, los 5 del PNV y el del BNG hasta llegar a 171.

En ese escenario, los siete escaños de Puigdemont inclinarán la balanza: si se abstienen ante cualquiera de las dos opciones, gana la derecha, que obtendrá más síes que noes. Si votan no a cualquier opción, nadie tendrá nada que hacer. Y si prestan algunos de sus votos a favor de la izquierda, se reeditará el Gobierno de coalición. El PP, por tanto, necesita su abstención. El PSOE aún más: su apoyo.

Fin de los números. Nuestras neuronas pueden volver a relajarse, pero las del PP no. Lo que está dispuesto a hacer para recabar esas abstenciones decisivas rompe todo lo que el Partido Popular ha defendido hasta la fecha y además solivianta a su socio favorito, Vox (los cocodrilos de este río que deben atravesar). En realidad, estará haciéndolo bien. Pero es lo que se llama sanchismo.

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