Prensa del corazón en internet (I)

La cultura popular existe, y su existencia, sus condiciones, sus características, bajo un sistema ganador y dominante como es el capitalismo, son las que son

Rosalía, durante su actuación en el festival Primavera Sound, en Madrid.Claudio Álvarez / EL PAIS

Que la cultura pop, ese conjunto de narrativas —generadas, representadas, o protagonizadas, y mediatizadas por celebrities, por famosos—, creencias, prácticas, objetos, e incluso sentimientos, de un cierto imaginario contemporáneo, actual, siempre e imprescindiblemente colectivo, predispuesto al análisis cultural, también antropológico y sociológico, a veces también artístico, a lo mejor también político, de la cultura de masas; que el conjunto de todo eso se ha reafirmado en el gusto y en el interés de las generaciones del 2000 es evidente. Precisamente, la intelectualización cultural ...

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Que la cultura pop, ese conjunto de narrativas —generadas, representadas, o protagonizadas, y mediatizadas por celebrities, por famosos—, creencias, prácticas, objetos, e incluso sentimientos, de un cierto imaginario contemporáneo, actual, siempre e imprescindiblemente colectivo, predispuesto al análisis cultural, también antropológico y sociológico, a veces también artístico, a lo mejor también político, de la cultura de masas; que el conjunto de todo eso se ha reafirmado en el gusto y en el interés de las generaciones del 2000 es evidente. Precisamente, la intelectualización cultural de la socialité es una de las características más representativas de las generaciones contextuales del último cambio de siglo marcadas por dos de las tres mutaciones antropológicas que ha experimentado la Humanidad en menos de un siglo: la televisión y la aparición y la expansión de internet y las redes sociales. Nada fue lo mismo después de la televisión y nada ha sido lo mismo después de Google o YouTube, Messenger o WhatsApp, Facebook o Twitter. De hecho, vamos de camino a experimentar una cuarta mutación antropológica: la democratización de la inteligencia artificial —en un sentido neoliberal; es decir, teniendo en cuenta lo injusto de lo democrático y su carácter de expansión, difusión y manipulación ideológica—, y nada volverá a ser lo mismo.

Aun así, la tendencia, la predilección, la inclinación, el apego, cierto afecto y cariño, por figuras públicas, por sus vidas, por sus virtudes y defectos, por sus victorias y por sus desgracias, por lo humano, en lo mitológico contemporáneo, actual, parece ser que permanecerán, aunque sean una constante feminizada y por ello afeminada para poder inferiorizarla y ningunearla hasta el desprestigio. Ese afán por el enredo, por el chisme, por el cotilleo entre los que podrían ser considerados los “dioses” de ahora, ese afán juzgado desde el sexismo y el machismo, pero también y sobre todo desde el clasismo por popular, ha constatado la ruptura entre Rosalía y Rauw Alejandro como un acontecimiento de masas, un fenómeno de masas, un interés masivo, popular. Y teniendo en cuenta que todo lo popular es, siempre, la mayoría, lo mayoritario, debe ser leído y analizado como un acontecimiento, fenómeno e interés de las clases populares. Con sus críticas marxistas al neoliberalismo y el capitalismo, por anestesiador y adoctrinador, desmovilizador, pero también con la voluntad de crear una nueva crítica cultural marxista capaz y a la altura, por justicia, de valorar culturalmente aquello que forma parte de la cultura popular, de la gente, que existe. Por muy naturalmente y perversamente atravesada que esté por las lógicas capitalistas, la cultura popular existe, y su existencia, sus condiciones, sus características, bajo un sistema ganador y dominante, como lo es el capitalismo, son las que son.

A pesar de todo, la cultura popular existe porque las clases trabajadoras existen, sobreviven, y la construyen. Y solo por eso, un marxista puede ignorar y/o criticar o no, es derecho, pero jamás subestimar o menospreciar lo que sea en lo hegemónico actual, contemporáneo, es deber. Un marxista no tiene el derecho y no debe valorar la cultura popular y las clases trabajadoras solo por su potencialidad revolucionaria o por su situación de dominación, solo por lo que pueden llegar a ser y no por lo que ya son, ahora. Sería una falta de respeto y una injusticia, muy poco riguroso, muy poco histórico. Y nada estético. Así que tanto el desamor de una de las estrellas del pop a nivel internacional, mastodonte femenino y feminista, para mucha gente y desde muchos ámbitos y perspectivas, como el fervor por lo Barbie (barbiecore) o la fascinación por la existencia extraterrestre de vida inteligente que han desbordado Twitter durante los últimos días son acontecimientos y fenómenos, con sus respectivas creencias, prácticas, objetos e incluso sentimientos, dignos de ser analizados desde lo político sin renunciar u obviar el disfrute y el entretenimiento que hoy son burgueses pero podrían ser socialistas. La prensa del corazón jamás será revolucionaria si los marxistas no nos la tomamos en serio.

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