Quizá sea hora de empezar a tratar a los votantes como adultos

Si el derecho al sufragio empodera al ciudadano y le reconoce la máxima potestad política, es paradójico que las normas que facultan su ejercicio lo reduzcan a la minoría de edad

Para de una lona gigante que la Junta Electoral Central ha ordenado retirar parcialmente.FERNANDO ALVARADO (EFE)

Tal vez se haya despertado hoy más sereno. Ha repasado la prensa y escuchado la radio y nota una ligereza extrañísima, como si le hubiera hecho efecto al fin la dieta rica en fibra. El aire es sutil y la gente sonríe al pasar. ¿A qué se debe este ánimo tan Mary Poppins? ¿Acaso han echado psicotrópicos en la depuradora de agua? No se inquiete, que yo se lo aclaro: ...

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Tal vez se haya despertado hoy más sereno. Ha repasado la prensa y escuchado la radio y nota una ligereza extrañísima, como si le hubiera hecho efecto al fin la dieta rica en fibra. El aire es sutil y la gente sonríe al pasar. ¿A qué se debe este ánimo tan Mary Poppins? ¿Acaso han echado psicotrópicos en la depuradora de agua? No se inquiete, que yo se lo aclaro: la ley española prohíbe publicar encuestas electorales en los últimos días de campaña. Esa felicidad que le cosquillea el alma se debe a que esta mañana no ha leído ninguna intención de voto. La ensalada de números que lleva desayunándose tantas semanas le da una tregua hasta el domingo, y su cuerpo responde agradecido. No se confíe: lo que viene es duro. Tenga a mano el omeprazol. Pero, de momento, disfrute.

Quizá las liturgias electorales sirvan para eso, porque para algo han de servir, digo yo. Las elecciones están llenas de normas carpetovetónicas que tal vez garantizaron la limpieza del voto en los tiempos de Maricastaña, aunque nadie entienda ya para qué se necesitan ahora. No sé qué mal puede hacerle al votante leer las encuestas que siguen haciendo los partidos y que estos siguen estudiando. De hecho, creo que le perjudica, pues los candidatos disponen ahora de una información que hurtan al público. Tampoco comprendo por qué los políticos solo pueden pedir expresamente el voto cuando empieza la campaña, y ya ni entro en lo de la jornada de reflexión, el más ridículo de todos los ritos.

Si el derecho al sufragio empodera al ciudadano y le reconoce la máxima potestad política, es paradójico que las normas que facultan su ejercicio lo reduzcan a la minoría de edad. Al pueblo soberano se le manda al rincón de pensar, se le supervisa la propaganda que recibe para que no sufra, no le vaya a dar un soponcio si escucha una frase subida de tono, y se le oculta información estadística útil en vísperas de meter el papelito en la urna. A las juntas electorales solo les falta asegurarse de que los votantes hacen pis antes de salir del colegio y peinarles con los dedos cuando se acercan con el sobre: ¿vienes a votar con esos pelos? ¿No te da vergüenza?

Bienvenida sea la liturgia rancia si nos da un poco de cuartelillo, pero estaría bien, por aquello de la crisis de la democracia y por no ponérselo fácil a los populistas, que fuéramos pensando en cambiar algunas cosas y empezar a tratar a los adultos como tales.

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