La nueva oposición de Guatemala ensaya escenarios de ingobernabilidad para Arévalo
Bernardo Arévalo tendrá que fisurar el consenso del Pacto de Corruptos y abrirse brecha entre las poderosas “20 familias” sin perder el apoyo del pueblo
Bernardo Arévalo, el candidato socialdemócrata que fue la sorpresa de la primera ronda electoral del 25 de junio, aún no es presidente. Pero su entorno se mueve como si ya lo fuera; para lo bueno y lo no tan bueno.
Esta semana Arévalo caminaba solo, apenas acompañado por un discreto custodio, en una zona comercial exclusiva en el suroriente de la Ciudad de Guatemala. No es el hábitat de su electorado, pero los transeúntes lo saludaban...
Bernardo Arévalo, el candidato socialdemócrata que fue la sorpresa de la primera ronda electoral del 25 de junio, aún no es presidente. Pero su entorno se mueve como si ya lo fuera; para lo bueno y lo no tan bueno.
Esta semana Arévalo caminaba solo, apenas acompañado por un discreto custodio, en una zona comercial exclusiva en el suroriente de la Ciudad de Guatemala. No es el hábitat de su electorado, pero los transeúntes lo saludaban con muestras de simpatía y desde una terraza un puñado de comensales lo ovacionó ruidosamente.
Poco después, a escasos metros, asistió a la celebración del Día de la Independencia de Estados Unidos en la sede diplomática, a donde habitualmente son invitadas las diversas élites. Arévalo fue recibido como estrella de rock, mientras Sandra Torres, su rival en el balotaje del próximo 20 de agosto, disimulaba su soledad buscando conversación con cualquier invitado distraído.
Las autoridades indígenas ancestrales, un poderoso nervio social conformado por más de 20.000 líderes (un tercio son mujeres que portan orgullosas la vara de la autoridad por mérito) en los territorios recónditos de Guatemala, se han movilizado en los últimos días demandando al sistema judicial que respete el resultado de las urnas. “Elecciones en las urnas, no en las Cortes”, es una consigna extendida sin autoría partidaria.
Muchos jóvenes indígenas han asumido la tarea de promover la figura de Arévalo y como fiscales proteger la integridad del voto ciudadano, aunque no pertenecen a su partido, el Movimiento Semilla de intelectuales ladinos urbanos, con escasas ramificaciones territoriales. Los jóvenes ladinos e indígenas -arropados por sus padres y abuelos, nostálgicos de la Primavera Democrática que promovió el padre del candidato, el presidente Juan José Arévalo (1945-1951)- quieren desfigurar el Pacto de Corruptos, una alianza informal de políticos, élites burocráticas y empresariales que les arrebata su futuro. Ellos buscaron a Semilla y Arévalo, al revés de lo que ocurre en las campañas convencionales.
A pesar de un diseño electoral decididamente inclinado para favorecerle, el Pacto de Corruptos sufrió un golpe inesperado en las urnas el 25 de junio. Pero está lejos de ser derrotado y removido de las oscuras redes burocráticas estatales, que fueron reforzadas como nunca por el presidente Alejandro Giammattei. Desde allí provienen los ataques contra Arévalo y Semilla. Los partidos satélites del Pacto actúan como demandantes de una supuesta transparencia y las altas Cortes les sirven de caja de resonancia, y al ordenar actos que rompen las normas y sus procedimientos, marginan al Tribunal Electoral, impidiéndole, después de dos semanas, oficializar los 340 alcaldes y 160 diputados electos, y a Torres y Arévalo para el balotaje presidencial.
Muchos sectores temen que el laberinto jurídico-burocrático que ya solo promueven menos de la mitad de los partidos que el 1 de julio solicitaron cotejar actas y recontar votos impugnados, persigue el avieso fin de burlar la voluntad ciudadana en las urnas. A esos partidos que alegaron fraude les salió el tiro por la culata esta semana. Los candidatos de Semilla tenían casi un millar más de votos de los que les asignaron en las pocas mesas en las que hubo recuento. Nada significativo para alterar los resultados globales. Pero el freno de mano electoral sigue en el pulgar del Pacto, pues bajo la voz cantante de un poderoso político que recién salió de una cárcel de Estados Unidos tras cumplir condena por lavado de dinero del narcotráfico, reclama ahora otros conteos municipales.
El clamor nacional e internacional para que se respeten los resultados electorales sigue creciendo. La Administración de Joe Biden llegó a insinuar que el escamoteo de las votaciones acarrearía sanciones semejantes a las que ha aplicado al régimen de Daniel Ortega en Nicaragua. Pero el Pacto de Corruptos no cejará en sus tácticas de obstrucción. Son el anticipo de la modalidad de oposición que le espera a Arévalo a partir de enero de 2024, si llega a asumir: empantanamiento judicial, presupuestario y de agenda legislativa. Es el ensayo hacia la ruta de ingobernabilidad.
Se asoman Tiempos Recios -diría Mario Vargas Llosa en su reciente novela sobre el periodo guatemalteco 1944-54- en los que el hijo del expresidente Arévalo tendrá que sacar la casta para fisurar el consenso del Pacto y abrirse brecha entre las poderosas “20 familias”, sin perder el apoyo del pueblo que le ha confiado la mayor de sus misiones: quebrantar la espina dorsal del sistema corrupto.