Que hablen del otro aunque sea bien

Las líneas rojas se cruzan muy despacio, para que no puedan pararte, y cuando falta poco aceleras: los escrúpulos son una señal de debilidad

El próximo presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, el segundo por la izquierda, frente al candidato de Vox, Carlos Flores, y sus equipos negociadores, este martes en Valencia.Mònica Torres

Una de las cosas más sorprendentes del pacto entre el PP y Vox en la Comunidad Valenciana es que sorprenda: entre los contrarios alarmados, el escándalo tiene algo fingido; entre los partidarios decepcionados, hay un componente de esforzada ingenuidad. Son llamativas ...

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Una de las cosas más sorprendentes del pacto entre el PP y Vox en la Comunidad Valenciana es que sorprenda: entre los contrarios alarmados, el escándalo tiene algo fingido; entre los partidarios decepcionados, hay un componente de esforzada ingenuidad. Son llamativas la rapidez del acuerdo y la facilidad con que se ha obtenido: algunos pensaban que el PP se lo pondría más difícil a Vox. Los cinco ejes que supuestamente guiarán la acción del gobierno dicen tan poco que ni siquiera están mal: no llegan ni a ser, a la manera de un discurso de Yolanda Díaz con menos anacolutos. Una de las dudas es si el pacto va a ser el modelo que seguirá el PP en otras comunidades autónomas en situación similar. La extrema derecha probablemente se verá más fuerte; lo que ocurría en Castilla y León deja de ser excepcional. Como ha escrito Ignacio Varela, Feijóo no puede fingir que está al margen del acuerdo, si no quiere perder la credibilidad (por mentir o por falta de control). Entre las razones de la prisa está que se hable menos tiempo de un asunto incómodo. Las líneas rojas se cruzan muy despacio, para que no puedan pararte, y cuando falta poco aceleras: los escrúpulos son una señal de debilidad. La campaña es negativa: siempre es mejor que hablen del otro, aunque sea bien. Votantes de la derecha aceptan a Vox como un mal menor o una necesidad estratégica. El principal blanqueador del populismo de derechas de Vox ha sido quien ha formado un gobierno de coalición con el populismo de izquierdas de UP (y eso sin contar las alianzas insalubres con quienes acababan de atentar contra el orden constitucional y los herederos del terrorismo). En el poder, la incompetencia de UP ha sido obvia y prácticamente ha acabado con ellos: ¿ocurriría lo mismo con los nacionalistas españoles o serían más hábiles y peligrosos, entre otras cosas, porque podrían aprender de la experiencia anterior?

Los pactos, espera la izquierda, podrían movilizar a abstencionistas o desalentar las transferencias de socialistas descontentos con las alianzas de Pedro Sánchez: los acuerdos con la ultraderecha son una realidad y no una amenaza. La versión alambicada del argumento sería que algunos, convencidos de la derrota de la izquierda, votaran al PP para que pudiera prescindir de Vox. Pero parece difícil cambiar la pregunta central de las elecciones, que gira en torno a la continuidad de Sánchez: gracias a eso, el PP puede ahorrarse la molestia de detallar cuál es su proyecto para España.

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