Los cursis son siempre los demás
Ahora la campaña inundará las calles de frases rebuscadas por mucho que la vida ya tenga muchas de esas, herederas de una cultura, de una religión o de una manera de ver el mundo
Las zanjas y las reformas, los pasos de cebra recién pintados y hasta la sonrisa impropia del concejal de Hacienda llevan semanas anticipando que la propaganda de partido ―distinta y más burda que la propaganda política― tomará las calles en cuanto empiece la campaña electoral y que, desde la medianoche del jueves al viernes, los candidatos saldrán a buscar selfies con ancianos con el mismo empeño con el que han remozado los jardines en el último trimestre. De camino al trabajo o al colegio, de vuelta...
Las zanjas y las reformas, los pasos de cebra recién pintados y hasta la sonrisa impropia del concejal de Hacienda llevan semanas anticipando que la propaganda de partido ―distinta y más burda que la propaganda política― tomará las calles en cuanto empiece la campaña electoral y que, desde la medianoche del jueves al viernes, los candidatos saldrán a buscar selfies con ancianos con el mismo empeño con el que han remozado los jardines en el último trimestre. De camino al trabajo o al colegio, de vuelta del gimnasio o de la compra, sus mejores rostros nos darán los buenos días y las buenas noches desde las farolas o las paredes, porque nadie se fija en los carteles pero los carteles hay que pegarlos igualmente. Los carteles nos dirán cosas con frases pensadas para no decir ninguna; y los leeremos entre indiferentes y descreídos porque qué van a decir ellos de sí mismos. Es raro eso, y singular: que desdeñemos el eslogan del alcalde como si no viviéramos entre eslóganes para nosotros mismos.
Nos decimos que el tiempo pone las cosas en su sitio y esa es una verdad a medias, o sea una mentira. Nos decimos, a nosotros y a los otros, que el tiempo todo lo cura sabiendo que es un desperdicio de sílabas que ni siquiera rima. No llega ni a refrán. Pedimos que se anime el que está desanimado y que se alegre el que está triste siguiendo un impulso subconsciente por el que siempre hay una frase vacía para tapar un vacío. Por algo perviven los tópicos, a menudo más incómodos que los silencios aunque con mejor fama.
No se ha visto nunca un candidato que calle; que suba al estrado para arriesgarse con la verdad. Que diga: “En esta legislatura haré lo que pueda”. Hace años, un grupo de estrategas hubo de pensar un lema para la campaña de José Montilla, conscientes de que su candidato era tan llano y sin relieves que no había marketing suficiente para poder venderlo. Se les ocurrió esto: “El increíble hombre normal”. Montilla perdió, claro. Hubiera sido mejor una foto del aspirante y nada más, pero está mal visto el silencio en la época del ruido.
Ahora la campaña inundará las calles de frases rebuscadas por mucho que la vida ya tenga muchas de esas, herederas de una cultura, de una religión o de una manera de ver el mundo. De nuestros propios vacíos, que va a ser verdad que la política es, en el fondo, un reflejo de lo que somos. Qué son si no lo del trabajo dignifica o el esfuerzo siempre tiene recompensa, si nadie ha demostrado ninguna de las dos cosas. Qué consuelo es ese, que no tiene base ninguna. O la pasión todo lo puede. O la distancia es el olvido o, el peor de largo: si quieres puedes. A veces nos hablamos así, con letras de boleros y ocurrencias de sobres de azúcar, pero los cursis son siempre los demás. Conviene tenerlo en cuenta antes de que empecemos a juzgar las frases que grupos de gente muy estudiosa hayan escrito para los candidatos. Ellos quieren ganar así. Y ojo, que si quieren pueden.