Abril bajo las bombas
Ante la inminente ofensiva de primavera, Rusia quiere evitar el regreso de Ucrania a una cierta normalidad civil
Nadie está salvo. Ni de día ni de noche. Las bombas pueden caer en día de mercado, como en Gernika hace 87 años, o a las cuatro de la madrugada sobre un edificio de viviendas, como en Uman, ciudad del oblast ucranio de Cherkasy, este pasado jueves. En ambos casos sirve el cínico y amoral eufemismo del Ministerio de Defensa ruso: se trata de golpear...
Nadie está salvo. Ni de día ni de noche. Las bombas pueden caer en día de mercado, como en Gernika hace 87 años, o a las cuatro de la madrugada sobre un edificio de viviendas, como en Uman, ciudad del oblast ucranio de Cherkasy, este pasado jueves. En ambos casos sirve el cínico y amoral eufemismo del Ministerio de Defensa ruso: se trata de golpear “unidades de reserva del Ejército”. Lo eran para el Kremlin: reservas morales y reservas humanas, convertidas en objetivo militar cuando los ejércitos son bandas criminales, que ignoran las convenciones de Ginebra y la Carta de Naciones Unidas.
Así pueden considerar a los 23 muertos ucranios, entre los que se hallaban niños de parvulario, mujeres y ancianos, que vienen a engrosar el terrible balance de 14 meses de guerra en bajas letales entre civiles, más de 7.000, como lo fueron los 1.654 gernikarras fallecidos aquel 26 de abril de 1937. Los ucranios murieron por el impacto de un solo misil de crucero ruso, lanzado desde un avión situado a 1.500 kilómetros sobre el mar Caspio, mientras que los vascos sufrieron durante más de tres horas el efecto de las 40 toneladas de bombas de gravedad soltadas por la aviación alemana.
Habían pasado 50 días desde el último bombardeo ruso dirigido a la población civil. No es fácil penetrar en la mente criminal que, tras una pausa tan larga como engañosa, tomó la decisión de lanzar 23 misiles de largo alcance, de los que 21 fueron interceptados, según parece todos ellos rumbo a las ciudades y no a las infraestructuras militares. Evitar que se instale la normalidad en la Ucrania alejada del frente es el objetivo más nítido. Al fracaso ruso en su guerra de invierno, sin frutos en el estrangulamiento energético y alimenticio, le están siguiendo muy buenos datos para la economía ucrania. Cuando está al caer la ofensiva ucrania, con los tanques preparados y las nuevas tropas entrenadas, es el momento para desgastar las defensas aéreas y exhibir la capacidad de dañar a distancia, desde la profunda Rusia. Sin contar con el disgusto de Vladímir Putin por la llamada de Xi Jinping a Volodímir Zelenski.
Para la aviación alemana, protagonista fundamental del bombardeo, en cambio, fue una actuación inaugural, parte de la ofensiva franquista contra Euskadi. Además de seguir las instrucciones del Estado Mayor rebelde, con el general Juan Vigón al frente, el general Von Richtstoffen, al mando de la aviación alemana, pudo experimentar aquel abril de 1937 el primer bombardeo a gran escala sobre una ciudad sin otros objetivos militares que la destrucción urbana y la muerte de civiles a gran escala.
No se equivocó Zelenski al evocar el bombardeo de Gernika hace un año cuando se dirigió por videoconferencia al Congreso de los Diputados para pedir solidaridad con Ucrania. Tampoco se equivoca el Gobierno español al intensificar la ayuda a Ucrania ni al elegir Gernika como el primer lugar de la memoria democrática.