Bula fiscal para unicornios

¿Por qué voy a ser yo menos que esos señores que andan arrastrando faldas o el otro al que le gusta que los niños le chupen la lengua?

Un sacerdote, durante la emisión de una misa por 'streaming' en una parroquia de Madrid, en marzo de 2020.Luis De Vega Hernández

Estoy por inventarme una religión para ahorrarme el IBI de todas las propiedades que no tengo. Lo único que necesito es un ser imaginario, cuanto más estrambótico mejor, y convencer a un puñado de ingenuos de su existencia, aunque nadie pueda verlo nunca. Será omnipotente y omnipresente y el único verdadero para poder captar adeptos de las confesiones que ya existen. Los seguidores tendrán que obedecer todo lo que este ser fantástico diga, aunque siem...

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Estoy por inventarme una religión para ahorrarme el IBI de todas las propiedades que no tengo. Lo único que necesito es un ser imaginario, cuanto más estrambótico mejor, y convencer a un puñado de ingenuos de su existencia, aunque nadie pueda verlo nunca. Será omnipotente y omnipresente y el único verdadero para poder captar adeptos de las confesiones que ya existen. Los seguidores tendrán que obedecer todo lo que este ser fantástico diga, aunque siempre sea por mi boca, puesto que no puede rebajarse a establecer comunicación directa con estas criaturas inferiores que somos los humanos y necesitará de mediadores que interpreten sus designios. Como soy escritora no me será difícil redactar un libro sagrado que afirmaré que es de puño y letra de mi todopoderosa divinidad, un volumen lleno de otros seres imaginarios, historias increíbles de concepciones inmaculadas, seres alados e invisibles que nos rodean, misterios que nuestro limitado entendimiento no podrá comprender. Sembraré el texto con extensos e innumerables pasajes que atemoricen a los futuros creyentes con la existencia de una dimensión paralela y desconocida en la que sufrirán terribles tormentos que describiré con todo tipo de detalles. Esta dimensión inventada no se podrá poner en duda so pena de recibir un castigo ejemplar. En el libro podré dar rienda suelta a todo tipo de fantasías, desde incestos hasta sanguinarios asesinatos para excitar la imaginación de los que van a creer en él, pero al mismo tiempo voy a dictar normas absurdas (cuanto más inútiles y ridículas, mejor) para conseguir que los seguidores se pasen el día pensando en mi religión y me obedezcan ciegamente, hasta el punto de depositar así parte de sus bienes en las arcas comunes de la organización que voy a presidir. Para poder sacar la misma tajada que los católicos me voy a inventar un convenio bilateral con el Estado y si veo que a la primera no convenzo a las autoridades que se ocupan de repartir estas bulas para seres imaginarios, siempre puedo montar yo misma un país pequeño, no hace falta que sea más grande que mi casa y así pedir un concordato. Luego que Disney me haga un documental y que los telediarios estén siempre atentos a mis actividades públicas.

El Gobierno de España no podrá negarme los privilegios y exenciones que tienen todas las demás religiones. ¿Por qué voy a ser yo menos que esos señores que andan arrastrando faldas o el otro al que le gusta que los niños le chupen la lengua?

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