‘Goodbye’, Guaidó

El paso del líder opositor por Bogotá expone una vez más una de las falencias más gravosas de la clase política que se opone al régimen de Maduro en Venezuela

Imagen de archivo del líder opositor venezolano, Juan Guaidó, durante una rueda de prensa en Caracas.Carolina Cabral (Getty Images)

El paso de Juan Guaidó por Bogotá, en vuelo rasante rumbo al exilio, expone una vez más una de las falencias más gravosas de la clase política que en Venezuela se opone al régimen de Maduro: la ignorancia de lo que conviene saber sobre el ayer y el hoy de Venezuela y Colombia.

En el anfiteatro de las redes se dio jubilosamente por bueno el propósito declarado por Guaidó de participar en una conferencia inte...

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El paso de Juan Guaidó por Bogotá, en vuelo rasante rumbo al exilio, expone una vez más una de las falencias más gravosas de la clase política que en Venezuela se opone al régimen de Maduro: la ignorancia de lo que conviene saber sobre el ayer y el hoy de Venezuela y Colombia.

En el anfiteatro de las redes se dio jubilosamente por bueno el propósito declarado por Guaidó de participar en una conferencia internacional, convocada formalmente por el presidente Gustavo Petro, para buscar fórmulas que alleguen una salida electoral a la discordia venezolana.

Guaidó no estaba invitado pero logró ser noticia, igual que la vicepresidenta venezolana, entonces canciller, Delcy Rodríguez, en Buenos Aires, allá por 2016. Ella tampoco estaba invitada a una importante reunión de Mercosur pero entró a la brava… a un salón de sesiones vacío donde nada pudo hacer.

La reunión de representantes de una veintena de países fue hace ya tiempo propuesta por Petro, inicialmente como un simposio entre figuras de la oposición y el madurismo, que ayudase a encarrilar de nuevo las conversaciones de México sin sustituirlas. Planteado así, no iba a ser fácil.

Hoy creo que, superadas las dudas sobre el papel de la oposición y el Gobierno de carne y hueso en esa conferencia, ha resultado algo que acaso sea lo mejor en las actuales circunstancias: un foro que realmente supere las suspicacias y los recelos que baldaron a tanto inconducente “grupo de países amigos”, tanto al parlero foro de Lima como al mismísimo consejo permanente de la OEA.

Aunque ello solo sea porque en la conferencia de Bogotá todos los Gobiernos presentes son legítimos y no figuran “interinatos” que se renuevan a sí mismos cada año con cargo a USAid ni Gobiernos usurpadores en entredicho.

La lista de invitados es bastante equilibrada, a mi modo de ver. Tanto la oposición como Maduro tienen amigos muy de fiar en esa baraja. La iniciativa Petro tiene, sin duda, tracción, ojalá suficiente, para sacar el diálogo del atolladero mexicano. Me late, sin embargo, que Maduro habría preferido que la conferencia no tuviese lugar.

El hecho escueto y bienvenido es que la primera reunión rindió acuerdos sustantivos en tiempo récord y que los países participantes volverán a reunirse. Dios quiera que sea en breve.

La nuez de estos acuerdos está en que el cronograma para unas elecciones kosher, verdaderamente libres y con garantías para todos, discurra pari passu con el levantamiento de las sanciones.

Lo acordado lleva implícito la necesidad de una amnistía general, la restitución de derechos políticos para todos y no deja de atender el asunto de los humanitarios 3000 millones de dólares destinables a mitigar el sufrimiento de los venezolanos.

Además de una sede —México— aceptada por todos, y un referee —el reino de Noruega—, cuyos exhortos no siempre han sido atendidos por las partes, ahora los acompañaría —rodeándolas, exigiéndoles— un foro de países muy razonablemente equilibrado, insisto, cuyo anfitrión es el Gobierno de la nación vecina más probadamente interesada en que “se acabe la vaina”, como dice la letra de “La Gota Fría” de Carlos Vives.

Ni siquiera las brujas del páramo podrían ver en las “semillas del tiempo” el futuro de este relanzamiento, ni decirnos que el camino ahora solo atravesará cañaverales y vegas.

Lo único cierto es que solo aquellos venezolanos que, presas de la intolerancia, mutuos recelos y prejuicios que se remontan a mucho antes de la noche septembrina y el asesinato de José María Córdova pueden desear que la iniciativa Petro fracase.

No son pocos, por cierto, pero en modo alguno son la mayoría de los venezolanos de hoy. Sin embargo, es solo a los “guaidotrumpistas” a quienes estuvo dedicada la pantomima de Juan Guaidó, el subrogado de Leopoldo López a quien procura superar en desvergüenza. ¿Quién más puede haber en el universo opositor venezolano con tanta dañina propensión a lo mendaz, lo ególatra, lo pinturero y lo mediático?

¿Cree Leopoldo López realmente que alguien con el kilometraje acumulado de Gustavo Petro—piénsese de él lo que pueda pensarse— recibe órdenes de Nicolás Maduro?

Fiado en un Capitán Araña de mirada venática y gozando de la engañosa ovación de las redes sociales, el funambulesco Juan Guaidó, carente por completo de sentido trágico, ha puesto fin, frívolamente, antes de cumplir los 40 y acaso sin sospecharlo, a su carrera pública.

Termino con una solo aparente digresión, proponiendo a los iracundos de Miami y Madrid un tema para meditar: el repertorio de la Billo’s Caracas Boys es indistinguible del de la orquesta de Pacho Galán. A ver, ¿eso por qué será?

No me resulta verosímil que Gustavo Petro haya convocado esta conferencia tan solo para darle gusto o “lavarle la cara” a la dictadura. Colombia, amigos, es la mitad de nosotros y a todos, a ambos lados del río Táchira, conviene que la iniciativa de Bogotá salga adelante.

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