Un test para Lula: ¿una mujer negra para el Supremo?

El presidente de Brasil quiere impulsar en el Supremo a su abogado personal, algo parecido a lo que hizo Bolsonaro

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva.SERGIO LIMA (AFP)

Lula está entre la espada y la pared. Ha sido elegido jefe del Estado por tercera vez con los votos sobre todo de los negros y de las mujeres, las dos categorías que suponen la mayoría de la población. A ello hay que añadir que uno de los ejes de su Gobierno, tras los cuatro años de ...

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Lula está entre la espada y la pared. Ha sido elegido jefe del Estado por tercera vez con los votos sobre todo de los negros y de las mujeres, las dos categorías que suponen la mayoría de la población. A ello hay que añadir que uno de los ejes de su Gobierno, tras los cuatro años de desgobierno extremista de derechas de su antecesor Bolsonaro, es la cuestión social, la de volver a colocar la mirada en el mundo de los olvidados, los parias de la sociedad, los que sufren hambre de comida y de justicia.

Pues bien, hoy Lula está en una difícil y arriesgada encrucijada, que se balancea entre el deseo de millones de personas y su interés personal. Y ahí se juega mucho, si no todo: tiene la posibilidad de nombrar a dos nuevos miembros del Supremo Tribunal, entre ellos para sustituir a una de las dos magistradas actuales. Y ante esa posibilidad existe un clamor en el mundo de las mujeres y de los negros para que realice un gesto hasta ahora inédito en este país: el de un magistrado mujer y negra, que las hay, y con un currículo a veces superior al de muchos candidatos varones.

¿Por qué, entonces, Lula se resiste a ese nombramiento que sería además un gesto con proyección mundial? Por el simple e interesado deseo de nombrar miembro del Supremo a su abogado personal, que le defendió durante los años duros de sus condenas por corrupción que le llevaron a la cárcel y que el Supremo anuló, lo que le permitió disputar las presidenciales. ¿Humano? Sí. ¿Político? No. Y Lula fue elegido por más de 50 millones para que, como político que ya había demostrado en sus dos Gobiernos anteriores un fuerte componente social, se preocupara de nuevo del mundo de los excluidos y de quienes Bolsonaro había abandonado a su suerte.

La reticencia de Lula de elegir para el Supremo a una mujer negra prefiriendo a su abogado personal, que sería para él un escudo político, choca con una de las mayores críticas que se le hicieron a Bolsonaro cuando anunció que iba a nombrar como nuevo magistrado del Supremo, como así lo hizo, “a un “terriblemente evangélico”, representante de uno de sus reductos más fieles. Y así lo hizo. Y desde que fue nombrado su candidato evangélico votó siempre descaradamente a favor suyo, lo que supuso un verdadero bochorno hasta dentro de su Gobierno.

¿Va ahora Lula a repetir una de las peores fechorías perpetradas por su antecesor, ya que fue elegido precisamente para dar un revolcón a la nefasta política personalista e interesada de su antecesor? Es lo que se preguntan hasta su círculo más íntimo, que no acaba de entender por qué el presidente no aprovecha esta ocasión para distanciarse de las malas artes de su antecesor y hacer un gesto que lo glorificaría y distinguiría de los políticos que piensan sólo en su ombligo y en sus intereses personales.

Lula insiste en elegir para el Supremo a su abogado personal, “terriblemente lulista”, a pesar incluso de la presión que sobre él está ejerciendo su esposa Janja, la persona a la que más escucha, una mujer, ella sí, terriblemente feminista, militante a favor de las causas raciales y de gran compromiso con los problemas sociales. Sólo ella, hoy, podría conseguir que su marido diera un paso atrás ante sus premuras en colocar a su fiel abogado como escudo personal en el Supremo. Sería una decepción para millones de sus votantes que por puro interés personal acabe imitando a su desastroso antecesor.

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