El país que solo acumula las cifras de muertas
La impunidad campa en Honduras, la nación latinoamericana con mayor índice de feminicidios. En 2022, una mujer fue asesinada cada 29 horas. De los asesinos, no suele haber noticias porque no los identifican ni los detienen
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Suyapa Ordóñez, 25 años, fue asesinada el 4 de enero en las calles de su comunidad en el departamento hondureño de Choluteca. Un día antes, Karina Melisa Rodríguez, de 34, fue acribillada a balazos por un hombre que entró en su tienda de medicina natural en Copán. El 2 de enero, los familiares de María Felíci...
Esta es la versión web de Americanas, el boletín de EL PAÍS América que aborda noticias e ideas con perspectiva de género. Para recibirlo cada domingo puede suscribirse en este enlace.
Suyapa Ordóñez, 25 años, fue asesinada el 4 de enero en las calles de su comunidad en el departamento hondureño de Choluteca. Un día antes, Karina Melisa Rodríguez, de 34, fue acribillada a balazos por un hombre que entró en su tienda de medicina natural en Copán. El 2 de enero, los familiares de María Felícita Gómez (52 años) la hallaron muerta y con heridas de machete en su casa de Santa Cruz, Lempira. Los feminicidios en Honduras son prácticamente diarios. Durante 2022, el país registró 304 asesinatos machistas, según cifras del Centro de Derechos de Mujeres de la UNAH, una cada 29 horas en un país de 10 millones de personas. Y eso le convierte en el país con las mayores tasas de asesinatos de mujeres de la región.
En ocasiones, los medios locales publican los rostros de ellas, detallan cómo fueron sus asesinatos y a cuántos hijos dejan huérfanos. A veces, juntan tres o cuatro víctimas en una nota para evitar una diaria. De ellos, los asesinos, no suele haber noticia porque no los identifican ni los detienen. Casi nunca van a la cárcel. La tasa de impunidad ante los asesinatos machistas roza el 95% y la desconfianza de las hondureñas en sus instituciones, también. Es tal la ausencia de las investigaciones que, de las 240 muertes registradas hasta el 31 de octubre por el Centro de Derechos de Mujeres, con base a la información de la prensa, en 196 de los casos se desconoce siquiera si el agresor conocía o no a la víctima. Y de 68 mujeres no trascendió ni la edad.
“Da la sensación de que Honduras acumula cifras de muertas; números”, dice Zoila Lagos, coordinadora de la Asociación De Apoyo Mutuo Entre Mujeres Honduras (Apomuh). “Solo sabemos que las asesinan hombres, por eso son femicidios. Es la estructura patriarcal, machista y capitalista lo que nos está asesinando, sea tu expareja o sea en una masacre”.
Para las conocedoras, hay tres patas sobre las que se sostienen los femicidios (asesinatos a mujeres por motivos de género): la falta de políticas feministas centradas en la prevención y la sanción, una estructura social patriarcal y la impunidad de los crímenes. En Honduras, estos tres aspectos están muy arraigados. Matan anualmente a casi cinco mujeres por cada 100.000 habitantes. Estos datos son una tendencia, no una excepción. Un total de 7.409 mujeres murieron de manera violenta en Honduras entre 2002 y agosto de 2022, según datos del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (Conadeh). El colectivo LGTBI también sufre esta violencia. El observatorio de muertes violentas de personas LGBTI de Cattrachas registró el año 2022, 43 asesinatos y dos desapariciones de personas LGBTI. Este país también es el más peligroso para estas personas. Seydi Irias, coordinadora de la entidad, lamenta la “normalización de la violencia”: “No existe participación de parte del Estado para reconocer las violaciones a los derechos humanos. Esto es un mensaje negativo a la sociedad hondureña”.
Para Natalie Roque, secretaria de Estado en el Despacho de Derechos Humanos de Honduras, el mayor reto es “meter la perspectiva de género en los tribunales”: “Esto comienza en el día a día, en lo cultural. Y estamos hablando de una sociedad en la que los discursos de odio y misóginos se han elevado exponencialmente”. Y añade: “Aún hoy, hablar de incorporar estos temas en el currículo escolar es ‘escandaloso’ para muchos sectores”.
Maritza Gallardo, viceministra de la Secretaría de Estado en el Despacho de Asuntos de la Mujer (Semujer), explica por correo que los retos son muchos: “El patriarcado es estructural en la sociedad; es un fenómeno que no desaparece con la facilidad que deseamos”. Gallardo apunta que lograr un país libre de violencias ha sido prioritario en el Gobierno de la presidenta Xiomara Castro, primera mujer en el cargo.
Con la llegada de Castro al poder, las organizaciones feministas reconocen haberse ilusionado. “Teníamos todas las esperanzas puestas en ella”, cuenta Lagos. Pero los cambios no han sido los esperados. “No podemos hablar de que el nuevo Gobierno se haya comprometido realmente”, lamenta Claudia Herrmannsdorfer, coordinadora del Equipo Jurídico por los Derechos Humanos. “La brecha del discurso y realidad ha pasado por muchos obstáculos”.
Varias entidades especializadas en género presentaron un proyecto a la presidenta el 8 de marzo, la Ley Integral Contra la Violencia hacia las Mujeres. En este borrador se proponía una visión integral para atajar “la epidemia” de femicidios, pero actualmente, según Gallardo, está siendo revisada “para identificar los recursos financieros que serán necesarios para su implementación”. “Esa es una de las grandes fallas en el pasado en Honduras; la aprobación de leyes que carecen de presupuesto y que, por tanto, se vuelven inaplicables”. Para la viceministra, es “claro” que el ordenamiento jurídico actual es insuficiente para garantizar una vida libre de violencias machistas. “Las leyes actuales se quedan cortas”.
En Honduras, existe una ley contra la violencia doméstica —que incluye el maltrato a la mujer— desde 1997 y en 2013 se incluyó en el Código Penal el delito de femicidio. Sin embargo, la nueva propuesta contempla un plan minucioso de prevención, mayores sanciones —que en algunos casos quedan en trabajo comunitario u órdenes de protección y alejamiento— y un plan educativo que empiece a derribar las estructuras machistas que predominan en el país.
En el país centroamericano, al feminismo se le sigue llamando “ideología de género”. Y a muchas mujeres que defienden los derechos de la mitad de la población, las siguen tildando de ‘brujas’. A ellas nunca les ofendió. Herrmannsdorfer sabe que el camino hacia la igualdad será lento. Pero será. “Nosotras no veremos ese cambio, quedan muchas generaciones de por medio aún. Nuestra sociedad es muy conservadora y quedan muchos debates de desigualdad que poner sobre la mesa. Pero van a darse”.
Shakira y el derecho al enojo
Por Almudena Barragán
La sesión #53 de Bizarrap con Shakira nos ha explotado en la cara, y queramos o no, llevamos hablando del tema varios días. En el trabajo, entre amigos, entre amigas, en los chats familiares, en las redes sociales… Justo en este momento en el que hablar de algunos temas dentro del feminismo es más complicado que atravesar un campo minado, me parece positivo que estemos utilizando un producto de la cultura pop como este para plantear debates sobre los límites de la sororidad, las exigencias después de vivir una infidelidad o el papel que debería tener una “buena madre” por encima de sus propios deseos y sentimientos.
No creo que la canción sea un himno feminista, pero, ¿acaso importa?, por mal camino vamos si pensamos que todo lo que hace o dice cualquier mujer es feminista. Shakira no creo que lo sea y verlo desde ese punto nos nubla la vista. Pese a todo, esta canción es valiosa, más allá del morbo y del chisme, porque habla de algo tan humano como es el enojo y el dolor cuando alguien te hace daño.
Por muchas de las reacciones que ha provocado, parece que una parte de la sociedad ve mal que una mujer hable de su vida privada así, perdiendo la compostura. ¿Por qué incomoda y levanta tantas ampollas? ¿Será porque a las mujeres se nos ha negado tener este tipo de reacciones en público? ¿Acaso no podemos estar enojadas? “Los trapos sucios se lavan en casa” y “Calladita estás más bonita”, nos dicen desde que somos pequeñas. Exigiendo que estas cuestiones queden en el ámbito de lo privado.
“Nunca pensó en sus hijos”, “criticar a otra mujer no es sororo”… La sororidad no es una especie de religión que haya que practicar sin cuestionarnos hasta donde llega, hermanas. Lo de poner la otra mejilla, mejor se lo dejamos al catolicismo. Todas estamos juntas en este barco peleando por nuestros derechos, es cierto, pero dogmatizar ciertas frases también nos deshumaniza.
Por otro lado, hay toneladas de canciones de salsa, reguetón, bachata, pop, rock… cantadas por hombres con un mensaje similar a la canción de Shakira, y sin embargo, nunca nadie salió a criticarlas por ser poco fraternas. No solo la opinión pública aplica una vara de medir diferente con las mujeres, la industria musical también lo hace.
Shakira, con toda su fortuna y su vida privilegiada, por un lado, ha hecho lo que haría cualquier cantante. Y por otro, ha conseguido conectar con muchas personas que desearían hacer lo que hizo ella: ejercer su derecho al enojo, gritarlo a los cuatro vientos y ser escuchada. Lo que transmite con sus rimas más o menos torpes es algo universal. Si eres una superestrella de la música, además de estar enojada también puedes ganar mucho dinero con tu dolor (la canción lleva más de 100 millones de visualizaciones en solo tres días). A ver si monetizar la rabia y el cabreo va a ser algo que solo les está permitido a los señores. Cada una hace lo que puede y lo que quiere con su rabia y su dolor.
Estos son nuestros artículos recomendados de la semana:
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Y una sugerencia para acabar:
💜✍️ Las claves para cubrir la violencia machista
La corresponsal de género de EL PAÍS, Isabel Valdés, nos dejó hace un par de semanas un regalo en forma de hilo de Twitter muy útil con claves para quienes escribimos o cubrimos historias sobre violencia de género y feminicidios. Es la guía que seguimos en el periódico para tratar las noticias de crímenes machistas y queremos compartirla aquí (con leves adaptaciones para la audiencia americana), a modo de reflexión y para quien pueda servirle para tratar esta epidemia que, como contamos hoy en este mismo boletín, asola a nuestra región:
Titular:
- Titulamos por el asesino, nunca por la mujer que ha sido asesinada. El foco ha de estar en el agresor y no en la víctima.
- Si al conocer el asesinato ya sabemos que el agresor ha sido detenido o ha pasado a disposición judicial, lo llevamos al titular, para poner de relevancia las consecuencias sobre el crimen.
- Cuando el caso aún no ha sido confirmado, usamos fórmulas como “la policía investiga el asesinato de una mujer como violencia machista” o, si hubo detención pero hay circunstancias sin aclarar, “la policía detiene a un hombre en relación con la muerte de su pareja / expareja”.
- En casos en los que la edad o las circunstancias del asesinato son excepcionales, también podemos llevarlas al titular. Refleja cómo la violencia machista se extiende en todos los grupos etarios, la geografía o los contextos sociales.
Subtítulo o antetítulo:
- Incluimos los detalles más relevantes. Entre otros, si la víctima estaba dentro de algún sistema de seguimiento de víctimas de violencia machista, si había denunciado antes, o la edad, si no la llevamos al titular y es importante / inhabitual.
Cuerpo del artículo:
- No usamos violencia doméstica como sinónimo de violencia machista / violencia de género, aunque hayamos repetido una docena de veces estos últimos términos. No son las mismas violencias y por tanto no son términos intercambiables.
- Damos preferencia al término “violencia machista” por encima de “violencia de género”. No usamos fórmulas como “hallada muerta”. El sujeto y la acción son el foco, asesino y asesinato: la víctima no puede aparecer como sujeto pasivo aislado del propio sujeto de la acción.
- Incluimos todos los detalles que conozcamos del caso, siempre: edades, situación de la pareja o expareja si lo eran, lugar donde se cometió el asesinato, nacionalidades, si la mujer tenía hijos y si eran o no también del asesino, si estos eran menores...
- Si había o no denuncias previas. En este caso, si no las había, incluímos una frase en la que se explica que, de media, tres de cada cuatro mujeres no denuncian por miedo al agresor, a no ser creídas o a las consecuencias que eso puede tener para sus hijas e hijos.
- Si la mujer sí había denunciado, y, si su caso estaba activo, intentamos saber qué ocurrió y cómo o por qué falló el sistema.
- Metemos siempre el recuento de víctimas a lo largo del año en curso y desde que se registran cifras oficiales. En momentos de repunte también la estadística oficial mensual.
- Si hay menores que quedan huérfanos, incluimos también los datos oficiales de haberlos.
- Al final del cuerpo del artículo siempre se incluyen los servicios de atención a las mujeres víctimas de violencia machista.
Imágenes:
- No usamos fotografías cruentas ni sensacionalistas. Tampoco, nunca, de los menores huérfanos. Ni de la víctima, a no ser que, en una excepcionalidad, la familia quiera por algún motivo o previamente al asesinato se hubiese producido la desaparición.