¡Al suelo!

El verdadero asalto al Congreso de los Diputados se produce desde dentro, con luz y taquígrafos, en cada sesión parlamentaria, de forma en apariencia arriera

Tejero irrumpe, pistola en mano, en el Congreso de los Diputados en el intento de golpe de Estado del 23-F.MANUEL P. BARRIOPEDRO (EFE)

El atraco a una sucursal de banco se realiza por la puerta que da a la calle, el atracador embozado y con un arma auténtica o simulada en la mano; pero si se trata de apoderarse del banco entero con toda la pasta hay que atracarlo a cara descubierta, bien trajeado, a través del consejo de administración situado en un despacho de la última planta. ...

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El atraco a una sucursal de banco se realiza por la puerta que da a la calle, el atracador embozado y con un arma auténtica o simulada en la mano; pero si se trata de apoderarse del banco entero con toda la pasta hay que atracarlo a cara descubierta, bien trajeado, a través del consejo de administración situado en un despacho de la última planta. El asalto al Congreso de los Diputados lo realizó el teniente coronel Tejero, un 23 de febrero, exhibiendo una pistola como único argumento, en compañía de guardias civiles armados con metralletas que llegaron a la Carrera de San Jerónimo montados en autobuses La Sepulvedana. Fue una chapuza de unos incompetentes, investidos con un carácter decimonónico. Ahora el verdadero asalto al Congreso de los Diputados se produce desde dentro, con luz y taquígrafos, en cada sesión parlamentaria, de forma en apariencia arriera, pero en el fondo muy sofisticada. Parece como si se tratara de un plan bien estudiado por los enemigos de la Constitución, a derecha e izquierda, para convertir ese hemiciclo donde reside el poder legislativo del Estado en una taberna de muy baja estopa con el propósito de degradarlo, hasta el punto que a cualquier persona bien educada le dé vergüenza seguir los debates para no tener que humillarse. ¡Al suelo!, ¡al suelo! La voz ya lejana de aquel energúmeno vuelve a resonar ahora en el hemiciclo mediante los insultos personales de la extrema derecha y los gritos histéricos de la extrema izquierda, para amasar juntos una bronca diaria. ¡Más caballos! —vociferaba la plebe ibérica en la plaza de toros mientras varios pencos corneados con las tripas al aire garreaban en la arena—. De hecho, ha vuelto la tauromaquia a la política y en el Parlamento se celebra en cada debate un tercio de varas. Y aunque parezca que están sentados, la mayoría de los diputados contemplan el espectáculo ya desde el suelo.

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