Despolitizar politizando

La Moncloa, harta del boicot del PP o de los vocales conservadores, propone como magistrados del Constitucional a un exministro de Justicia y a una exdirectora general de Presidencia

Pedro Sánchez, durante el homenaje organizado por el PSOE a Almudena Grandes. Foto: ZIPI ARAGON ZIPI (EFE)

El PSOE tenía un plan. Lo tenía en 2014, cuando Pedro Sánchez llegó a la secretaría general e hizo lo que se hace en Madrid si uno empieza en política: ir a comer con gente y mover papeles, que es una expresión que así de entrada se entiende poco aunque sale mucho en los corrillos. Cuando te dicen que están mirando papeles suelen querer decir que han puesto a alguien a averiguar si de verdad dan los números o las leyes para hacer viables las propuestas con las que querrán ganarse un titular.

Fue Sánchez el que difundió entonces una idea, a la que puso un nombre extraño: “Descolonizar la...

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El PSOE tenía un plan. Lo tenía en 2014, cuando Pedro Sánchez llegó a la secretaría general e hizo lo que se hace en Madrid si uno empieza en política: ir a comer con gente y mover papeles, que es una expresión que así de entrada se entiende poco aunque sale mucho en los corrillos. Cuando te dicen que están mirando papeles suelen querer decir que han puesto a alguien a averiguar si de verdad dan los números o las leyes para hacer viables las propuestas con las que querrán ganarse un titular.

Fue Sánchez el que difundió entonces una idea, a la que puso un nombre extraño: “Descolonizar las instituciones”. El papel detallaba cómo terminar con el reparto y la apariencia de reparto partidista de las instituciones, y las citaba: el Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, la Junta Electoral o el Banco de España. Había más, pero con esas sirve para advertir el alcance de la cosa. Nadie en este país, ni siquiera en el PSOE, usaba aquella palabra atípica, salvo Sánchez, resuelto a descolonizar España y reunirse con los portavoces parlamentarios para que se hiciera aquí como en el Banco de Inglaterra: abrir un plazo para que expertos contrastados optaran a su presidencia, validada por un comité de notables.

Han pasado los años y resulta injusto mirarnos con ojos de hemeroteca, porque luego viene eso tan incómodo a lo que llamamos realidad. Han pasado los años y el PSOE ha comprobado que el PP rechaza, excusa tras excusa, cualquier posibilidad de acuerdo. Pero lo que hagan los demás define a los demás y, en última instancia, la primera fiscalización recae sobre el Ejecutivo por una razón que Mariano Rajoy enunciaría con sencillez: es el Gobierno el que gobierna. Es La Moncloa la que, harta del boicot del PP o de los vocales conservadores, propone como magistrados del Constitucional a un exministro de Justicia y a una exdirectora general de Presidencia. La que elevó a otra exministra a la Fiscalía.

Se dirá que el TC no es un órgano judicial, aunque quedará la duda de si eso el PSOE se lo está diciendo a sí mismo y a su secretario general, que entendió que hacía falta una reforma a fondo de las que se prometen en el reservado de un restaurante lo mismo que en la primera cita te juran fidelidad para siempre. Y siempre es mucho tiempo. En la mano del Gobierno quedará guardar las instituciones, cuyo descrédito sólo trae las peores cosas, según comprobamos con la repetición de unas elecciones generales que multiplicaron los escaños de la ultraderecha. En la mano del Gobierno quedará, por poner un caso, sacar al CIS del desprestigio que constatan sociólogos de procedencias distintas.

El PSOE tenía un plan. Era 2014 y se han escrito ya papeles a miles. Algunos, hasta de ficción. Pero, con lo que costó que entendiéramos de una vez lo que querían que fuera la descolonización, uno se pregunta si algo de aquello sirve. Quizá una ambición así hubiera bastado para ser recordado por la historia, si es que era eso lo que se pretendía.

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