Por el bien de todos

Estamos sentados en la mesa de diálogo porque los venezolanos merecemos mucho más que una vida de supervivencia y adaptación a lo malo

Un hombre recoge la basura en el barrio de Petare, en Caracas.

¿Imaginas organizar tu día a día a expensas de los cortes de luz y agua impuestos para regular el sistema, temiendo enfermarte por no tener como costear un tratamiento o sin tener dinero para comprar comida para alimentar a tus hijos? Así vivimos los venezolanos. Llevamos 23 años padeciendo las consecuencias de un modelo político y económico corrupto e ineficiente, que nos ha hecho vivir en una perenne lucha por sobrevivir y por intentar sobreponernos a las adver...

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¿Imaginas organizar tu día a día a expensas de los cortes de luz y agua impuestos para regular el sistema, temiendo enfermarte por no tener como costear un tratamiento o sin tener dinero para comprar comida para alimentar a tus hijos? Así vivimos los venezolanos. Llevamos 23 años padeciendo las consecuencias de un modelo político y económico corrupto e ineficiente, que nos ha hecho vivir en una perenne lucha por sobrevivir y por intentar sobreponernos a las adversidades.

Estas dos décadas solo han traído perjuicios a los venezolanos. Con la destrucción económica vino el desempleo, la inflación y los bajos salarios. La situación de los servicios básicos es igual o aún más desalentadora, de allí nuestra necesidad de buscar soluciones reales y de enfrentar la situación de la mejor manera: con encuentro, consenso, amparados en la Constitución. Por eso insistimos en utilizar todas las herramientas democráticas que lo ameriten para alcanzar soluciones enfocadas al bien común y al bienestar. Este país es de todos y juntos debemos buscar salidas a la crisis.

Los venezolanos queremos tener una vida digna, servicios públicos de calidad, electricidad continua. Queremos dejar de tener que almacenar agua por los constantes cortes y suspensiones interminables. Queremos y necesitamos un sistema de salud nacional fuerte y efectivo, en donde los pacientes no deban llevar sus propios insumos para ser atendidos, cuestión que para muchos es imposible de costear. Diariamente mueren venezolanos por esta razón, o por no encontrar una cama en hospitales abarrotados que no cuentan con suficiente capacidad para la población. También han aumentado los casos de enfermedades como el dengue, sarampión y malaria. Incluso, han regresado enfermedades erradicadas como la fiebre amarilla y la difteria. Nos urge recuperar nuestro sistema de salud por el bien de todos.

Esta dura realidad, entre otras igual de malas, ha llevado a muchos venezolanos a irse del país. Son millones quienes se han visto prácticamente obligados a despedirse de sus familias con la esperanza de encontrar en otras tierras un futuro en donde no tengan que vivir con tanta pobreza e injusticias, sin miedo a enfermarse o a no encontrar con qué comprar comida.

Todo eso debe cambiar. Todo eso tenemos que cambiarlo. Los venezolanos merecemos mucho más que una vida de supervivencia y adaptación a lo malo. Por más obstáculos que encontremos o nos impongan, no desistiremos. La esperanza de tener un mejor futuro es mayor a todas las dificultades que existen y no dejaremos de trabajar para dejar atrás estas desdichas y poder cerrar la herida que nos invade.

Motivos para impulsar el cambio político en el país nos sobran. La gravedad de la situación social debe atenderse prioritariamente y por eso es momento de replantear un nuevo camino que beneficie al pueblo. Si de verdad queremos el retorno de la democracia en Venezuela es una obligación aprender de nuestros errores pasados para rectificar el rumbo y lograr nuestro objetivo. Eso estamos haciendo. No existen soluciones inmediatas ni mágicas, existen soluciones enmarcadas en la democracia, en esa que creemos y anhelamos.

Que nuestro país vuelva al camino del desarrollo y del progreso social inicia con un acuerdo que tenga como centro el bienestar de la población. Antes de materializar cualquier otro logro, igual de importante, es fundamental minimizar el dolor que tanto nos aqueja y que pueda terminar de una vez por todas la emergencia humanitaria que padecemos. Nuestro tejido social está roto luego de tanto sufrimiento y nuestro deber nos dicta que debemos reconstruirlo a través del consenso y acuerdos con enfoque social. Acuerdos por y para los venezolanos es el camino para la verdadera salida a la crisis.

De ahí nace el acuerdo social que acabamos de suscribir. Estamos sentados en la mesa de diálogo y negociación porque insistimos en que todos los venezolanos tengamos una vida mejor. Conocemos de primera mano la grave realidad que se vive en todos los rincones del país y que afecta a todos por igual. Conocemos el estado crítico en que se encuentran los hospitales, sus deficiencias, todo lo que carecen. Son muy pocos quienes pueden acceder a la salud privada o que cuentan con un seguro médico. De nada vale presumir que en Venezuela hay salud gratuita cuando hasta el número de camas por centros hospitalarios es irrisoria en relación a la población, cuando ni los quirófanos en condiciones son suficientes.

Lo mismo pasa con la educación. Han sido años de múltiples limitaciones para los niños y jóvenes, con miles de casos de deserción escolar por necesidad o por hambre. Este es un acuerdo social para reedificar nuestro sistema educativo, para que nuestros niños puedan estudiar y gozar de oportunidades. Es un acuerdo para que sientan que pueden tener un futuro aquí, en nuestra Venezuela. Es un acuerdo para suplir las necesidades de los hospitales y todo el sistema de salud. No podemos permitir que más personas sigan falleciendo por falta de medicinas o insumos médicos. Es también un acuerdo para que la pesadilla de la oscuridad que nos arropa cuando se va la luz, no suceda más.

Es un acuerdo que es un triunfo para todos los venezolanos. Es un primer acuerdo, con un enfoque social que beneficia directamente a las personas y no a un sector. Es la base para nuestro siguiente acuerdo en el que ya estamos trabajando y que apuesta a fortalecer el proceso con una discusión profunda de cómo y cuándo los venezolanos decidiremos nuestro futuro en unas elecciones libres, con reglas claras y con garantías. Que los venezolanos encontremos un camino coherente con nuestra realidad y que nos permita, paulatinamente, seguir alcanzando otros logros para el país y para todos nosotros, es nuestra meta.

Yo siempre he creído y apostado por el camino del entendimiento. El debate político y social es esencial para el desarrollo de cualquier nación. El intercambio de ideas y el reconocimiento mutuo de todos los sectores políticos rompe con el proceso de acciones que nos ha condenado a la situación en la que nos encontramos ahora mismo.

Venezuela merece políticos que pongan a la gente primero porque de eso va nuestro trabajo. La política debe tener -como único fin- mejorar las condiciones de vida de las personas, lograr construir soluciones a los problemas que nos afectan como sociedad y, sobre todo, estar al servicio de los ciudadanos. Esto no quiere decir que vamos a olvidar el pasado y comenzar desde cero. No se trata de dejar el polvo y los escombros debajo de la alfombra. Significa que es momento de actuar de manera conjunta como sociedad para la construcción de algo más grande, una solución a la emergencia que vivimos.

Queda mucho por hacer. Entendemos el enorme trabajo, la responsabilidad y el compromiso que esto conlleva. Pero el hecho de que este acuerdo haya sido posible nos alienta a creer que el resto, lo que falta, también lo será. Tiene que haber voluntad política. Yo la tengo. Nosotros la tenemos. Las agendas particulares no pueden ni deben estar por encima del bienestar de todos. Estamos en la obligación histórica y moral de esgrimir todos los medios democráticos y constitucionales para alterar la triste realidad que padece Venezuela. Construir acuerdos con quien piensa distinto, siempre teniendo en cuenta el bien común, es un paso necesario para materializar ese futuro distinto.

Todo el trabajo que hemos llevado a cabo hasta ahora es para que podamos decidir el futuro de nuestra nación a través de unas elecciones libres, en donde no tengamos miedo a expresarnos. La esperanza de un cambio es la bandera de los venezolanos, es el motor que nos impulsa a seguir día a día trabajando y a tener la ferviente convicción de lograr una Venezuela próspera, de calidad y de oportunidades.

Tengo la más grande de las certezas que dejaremos atrás este trágico episodio. Estoy seguro de que la herida que nos sobrecoge como nación puede sanar. Siempre habrá oportunidad de cambiar nuestra realidad. La esperanza es un bien invaluable al cual no vamos a renunciar nunca porque siempre estaremos dispuestos a seguir trabajando por el país. Vamos a recuperar a nuestra nación, a construir juntos el país que queremos y a volver a ser una sociedad próspera. Vamos juntos, vamos a lograrlo.

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