Fútbol decolonial

Los petroislamistas no han comprado la Sorbona como sucede en la novela de Houellebecq, pero sí parece que se han hecho con la FIFA

El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, durante una rueda de prensa en Doha, el día 19.Christopher Lee (Getty)

Estos días me parece estar viviendo en Sumisión de Michel Houellebecq, solo que sin el consuelo que da saber que todo es ficción. Los petroislamistas no han comprado la Sorbona, como sucede en la novela del autor francés, pero sí parece que se han hecho con la FIFA, algo que a nivel mediático resulta infinitamente más rentable que una universidad de prestigio. Y al ser el fútbol un espacio de entretenimiento parece incluso inofensivo que interese a una monarquía absoluta como Qatar. En el ...

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Estos días me parece estar viviendo en Sumisión de Michel Houellebecq, solo que sin el consuelo que da saber que todo es ficción. Los petroislamistas no han comprado la Sorbona, como sucede en la novela del autor francés, pero sí parece que se han hecho con la FIFA, algo que a nivel mediático resulta infinitamente más rentable que una universidad de prestigio. Y al ser el fútbol un espacio de entretenimiento parece incluso inofensivo que interese a una monarquía absoluta como Qatar. En el libro El círculo cerrado de los Hermanos Musulmanes, Lorenzo Vidino recoge varios testimonios de antiguos miembros de la organización. Uno de ellos, Ahmed Akkari, da en el clavo al analizar por qué a este movimiento político-religioso de tintes reaccionarios le cuesta tan poco penetrar en países democráticos: “Los Hermanos perciben que el verdadero talón de Aquiles de Occidente, la debilidad que a la postre precipitará su caída, es su naturaleza materialista, su disposición a negociar cualquier cosa, incluso sus valores fundamentales.” Algo de sobra sabido por quienes hemos tenido que soportar algún que otro sermón islamista o hemos echado un vistazo a las cuentas de sus jóvenes influencers. En esta parte del mundo, repiten a menudo, la moral brilla por su ausencia y ese es un motivo más que suficiente para legitimar el ambicioso proyecto de acabar islamizando Occidente tarde o temprano. Lo que no nos hubiéramos imaginado cuando soportábamos pacientemente a los predicadores de largas barbas, es que la penetración islamista sería por vía futbolística.

Lo que también ha sido toda una sorpresa es que el mismo presidente de la FIFA, Gianni Infantino, haya usado la retórica decolonial para defender a la hospitalaria monarquía absoluta que lo acoge. Los que fuimos alguna vez musulmanes conocemos muy bien esta cantinela, no hay forma alguna de criticar los movimientos islamistas sin que se nos eche en cara la hipocresía de Europa, su colonialismo, etnocentrismo, supremacismo y no sé cuántos ismos más en una simplista lógica infantil del “y tú más” que ignora algo importante en esta ecuación: que no es lo mismo islam que islamismo y que Qatar ha invertido ingentes cantidades de dinero para difundir una de las visiones más cerradas y retrógradas de la religión de Mahoma en países donde la gente solía tomársela de forma más relajada, en lo que es un verdadero proceso de sustitución religiosa, cultural, apropiación del capital tanto simbólico como político de todos los musulmanes del mundo. Si esto no es colonialismo, se le parece mucho.

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