Atraco a la libanesa

Una arquitecta de interiores de 28 años se ha visto obligada a atracar un banco para poder retirar su propio dinero y así ayudar a su hermana enferma de cáncer. Twitter celebra su heroísmo

Sali Hafez, fotografiada durante una manifestación en el centro de Beirut, el pasado 23 de mayo.ANWAR AMRO (AFP)

Eran las 10:30 de la mañana cuando el pasado 14 de septiembre, Sali Hafez, una diseñadora de interiores libanesa de 28 años, decidió retirar dinero del banco donde tenía depositados 20.000 dólares. En un mundo normal, Hafez hubiera entrado en el Blom Bank, se hubiera acercado a la ventanilla, o habría pedido hablar con su consejero, y al cabo de unos minutos, hubiera abandonado el local, tan pancha, con su dinero en el bolsillo. Pero Hafez vive en el país de los cedros, donde desde la crisis económica y financiera de 2019 retirar fondos es casi imposible o solo a cuentagotas. Por lo que tuvo q...

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Eran las 10:30 de la mañana cuando el pasado 14 de septiembre, Sali Hafez, una diseñadora de interiores libanesa de 28 años, decidió retirar dinero del banco donde tenía depositados 20.000 dólares. En un mundo normal, Hafez hubiera entrado en el Blom Bank, se hubiera acercado a la ventanilla, o habría pedido hablar con su consejero, y al cabo de unos minutos, hubiera abandonado el local, tan pancha, con su dinero en el bolsillo. Pero Hafez vive en el país de los cedros, donde desde la crisis económica y financiera de 2019 retirar fondos es casi imposible o solo a cuentagotas. Por lo que tuvo que hacerlo a la libanesa, o sea, atracando su propio banco. En el vídeo difundido en las redes, se ve a la joven subida a una mesa, pistola en la mano, reclamando a gritos poder acceder a sus ahorros para pagar el tratamiento de su hermana, que se está muriendo de cáncer en el hospital. A continuación, Hafez llena su bolso de dólares —13.000— y sale escoltada por otros clientes del banco que parecen apoyarla. Afuera, en la calle, varios curiosos observan la escena. Rápidamente, una concentración se forma frente al banco para expresar su solidaridad y admiración hacia la que se ha convertido en la nueva heroína del pueblo.

Respect”, escribe sencillamente un tuitero que comparte la foto ya viral de Hafez de pie sobre la mesa, armada —se sabría luego que se trataba de una pistola de plástico—, y vestida toda de negro, en modo comando. “Fuerza para ti”, tuitea un hombre junto a la fotografía de la hermana de Hafez, visiblemente demacrada, en una cama de hospital. “Ella no es ninguna delincuente. Son los bancos y los políticos los criminales”, denuncia otro usuario.

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En un país gangrenado por la corrupción de las élites políticas y económicas, donde el Estado dimisionario ya ni es capaz de asegurar las condiciones básicas de una vida mínimamente digna a su población y cuenta con cuatro de cada cinco de sus habitantes viviendo por debajo del umbral de pobreza, según la ONU, hacerse justicia uno mismo se ha vuelto la opción más legítima y racional. La crisis económica, agravada por la explosión del puerto de la capital en agosto de 2020 y la pandemia, figura “entre los diez, si no los tres, episodios de crisis más graves del mundo desde mediados del siglo XIX”, según un informe de mayo de 2021 del Banco Mundial. Como contaba en estas páginas Ebbaba Hameida, ya “nadie habla de futuro en Líbano”. La devaluación de la moneda, la inflación disparada, los cortes de electricidad, las dificultades para acceder a medicinas básicas, han abocado a los habitantes a buscarse la vida como sea: los jóvenes diplomados se marchan al extranjero, los que lo perdieron todo ya no dudan en arriesgar su vida para emprender una travesía, antes inimaginable, del Mediterráneo, y los más temerarios atracan sus bancos.

Hafez, en libertad bajo fianza tras una primera vista judicial, no es la primera ni será la última en rebelarse contra la impunidad de los bancos. Meses antes, Bassam al-Sheikh Hussein irrumpió armado con un fusil en el Federal Bank para retirar parte de los 200.000 dólares que tenía en depósito y así pagar la hospitalización de su padre. Este modus operandi se está convirtiendo en habitual en la que durante muchos años fue considerada como la Suiza de Oriente y goza del apoyo de la opinión pública. ¿Cómo podría ser de otra forma? Atracar un banco es ilegal, pero imponer restricciones a una población hambrienta para retirar dinero sin el amparo de un marco legal también lo es. Condenados a la miseria, los libaneses ven en actos como el de Hafez un signo de esperanza. Su valentía es la prueba de un pueblo maltratado, pero que no está dispuesto a agachar la cabeza.

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