Siempre hay un refugio
Los usuarios de la red social eligen cada día en qué van a emplear sus superpoderes, si en hacer el mal o el bien
Lleva Twitter varias semanas dándole vueltas a una de sus especialidades, el odio, aunque en los últimos casos —el de la berrea de los alumnos del colegio mayor Elías Ahuja, y la canción en la fiesta de Vox del ”Vamos a volver al 36 (…) la izquierda que g...
Lleva Twitter varias semanas dándole vueltas a una de sus especialidades, el odio, aunque en los últimos casos —el de la berrea de los alumnos del colegio mayor Elías Ahuja, y la canción en la fiesta de Vox del ”Vamos a volver al 36 (…) la izquierda que gobierna ya se llama Frente Popular”—, las redes no han sido el origen, sino el método de denuncia o reprobación.
Digamos que cada día los tuiteros tienen que decidir en qué van a emplear sus superpoderes, si en hacer el mal o el bien, y aunque son más llamativos los ejemplos de lo primero, también los hay de lo segundo. En la red social se puede insultar, vejar y ofender, pero también sonreír e incluso aprender.
Nunca ha sido tendencia ni lo pretende, pero su comunidad es agradecida y crece. Cada semana, @cinemelodic publica largos hilos con curiosidades sobre películas. Cuenta, por ejemplo, de E.T.: “El punto de vista de Spielberg es absolutamente novedoso. Su alienígena no resulta amenazador ni pretende exterminar la Tierra. No hay metáforas sobre la amenaza nuclear ni batallas galácticas”. El filme, añade, “representa la infancia, la inocencia. La cámara de Spielberg siempre se mueve a la altura de los niños. ¿Se habían dado cuenta alguna vez de que no se ve el rostro de los adultos hasta el último tercio? No veremos ninguna cara, salvo la de la madre. Si los niños al final de la cinta lloran por intuición subconsciente, los adultos lo hacen porque recuerdan. E.T. es el niño que todos llevamos dentro. Cuando se es ese niño, todo es posible, la magia existe, por eso se le manifiesta E.T.”.
Al cumplirse 67 años del estreno de La ventana indiscreta, de Hitchcock, la cuenta lo festejó con otro hilo lleno de anécdotas: “El decorado fue el más grande creado hasta ese momento (…) Hizo una gigantesca casa de muñecas: 30 metros de ancho y 60 de largo, una altura de varios pisos, dos meses de trabajos, 50 hombres, 31 apartamentos, cocho amueblados con electricidad y agua caliente. De hecho, la ‘señorita Torso’ vivió en su apartamento durante el rodaje...”.
Siempre hay un refugio, un cine en el que meterse a esperar que fuera deje de llover. Porque había vídeos de lo ocurrido en el Elías Ahuja pudo multiplicarse su difusión en las redes y una lamentable tradición —llamar putas, ninfómanas y conejas a las vecinas a grito pelado desde las ventanas de enfrente— puso de acuerdo en la condena al presidente del Gobierno y al líder de la oposición y obligó a los responsables a pedir perdón. El analista David Álvarez explica que Twitter “tiene menos usuarios que otras redes, pero es donde están los políticos y los periodistas y eso amplia su poder, puede convertir un determinado contenido en una denuncia pública”.
Los hechos ocurrieron la madrugada del 3 de octubre y escalaron a la lista de lo más visto tres días después. La cuenta que viralizó el vídeo —más de dos millones de visualizaciones— es la de @ceciarmy, que no sigue a nadie y tiene 3,3 millones de seguidores en Instagram y más de 730.000 en Twitter. En su web se presenta como “influencer, profesional de redes sociales y marketing de internet”. La mayoría de los contenidos que publica son humorísticos.
La analista Mariluz Congosto explica que la viralización del vídeo “comenzó por los perfiles que denunciaron los cánticos machistas” y que “hasta que no fue ampliamente conocido en Twitter, no aparecieron los grupos que lo justificaron”. Esa ventaja ayudó a que el rechazo ganara a la comprensión. “Es un caso en que la opinión pública puede poner en entredicho conductas de grupos cerrados y modificar ‘costumbres’, por muy arraigadas que estén”.
La mala noticia es que sigan ocurriendo determinadas cosas. La buena es que ahora nos molestan y, a veces, podemos hacer algo para cambiarlo.