Sintonía hispano-alemana

La afinidad socialdemócrata de ambos gobiernos fortalece su relación ante la incertidumbre italiana

El canciller alemán, Olaf Scholz, junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el miércoles en A Coruña.MIGUEL RIOPA (AFP)

La participación de una quincena de ministros bajo la presidencia de Pedro Sánchez y Olaf Scholz en la cumbre hispano-alemana celebrada el miércoles en A Coruña visualiza la filiación socialdemócrata de los dos Gobiernos de coalición. La fluida cooperación con la primera potencia económica del continente es sin duda un activo para España, pero la buena relación bilateral también es un factor de impulso para el conjunto de la UE, e...

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La participación de una quincena de ministros bajo la presidencia de Pedro Sánchez y Olaf Scholz en la cumbre hispano-alemana celebrada el miércoles en A Coruña visualiza la filiación socialdemócrata de los dos Gobiernos de coalición. La fluida cooperación con la primera potencia económica del continente es sin duda un activo para España, pero la buena relación bilateral también es un factor de impulso para el conjunto de la UE, especialmente ante la perspectiva de la próxima entronización en Italia de un Ejecutivo con probados rasgos euroescépticos y liderado por una formación de ultraderecha. La acción coordinada para promover una mejor conexión energética de la Península Ibérica con el resto del continente, pese a las resistencias francesas, encarna con claridad el potencial de una relación no solo bilateral sino en clave europea, dada la intención de involucrar también a la Comisión Europea. Ese aumento de las interconexiones es el eje del Plan de Acción Conjunta y la apuesta por el gasoducto Midcat para ampliar la capacidad exportadora primero de gas y, más delante, de hidrógeno verde.

En la cumbre se abordaron también temas de defensa con la perspectiva, hoy más urgente que antes, de avanzar en la integración entre ambos países y junto a otros europeos. La excesiva dependencia del paraguas militar de EE UU podría en algún momento resultar algo más que problemática para los europeos. Más allá del riesgo de un regreso a la Casa Blanca de Donald Trump, es creciente el sector político que en Washington aspira a reorientar la atención militar de EE UU hacia Asia, y reticente a mantener cuantiosos recursos en Europa. Ante la evidente amenaza de Vladímir Putin, la UE parece dispuesta a avanzar en mecanismos de integración y cooperación con una OTAN que se beneficiará de una mayor interoperabilidad entre aliados europeos. Sin embargo, el planteamiento alemán de colaboración en defensa antiaérea a través de un escudo antimisiles quedó fuera de las conversaciones de la cumbre, según declararon tanto Sánchez como Scholz en la rueda de prensa posterior.

La sintonía política que expresa la cumbre ha reforzado la voluntad de cooperación bilateral en aspectos relacionados con la eficiencia energética, energías renovables, almacenamiento de energía e hidrógeno verde. Es verdad también que en el sector energético, la iniciativa del Ejecutivo alemán de activar fondos por valor de 200.000 millones de euros para atenuar la embestida de la crisis suscita razonables dudas en numerosos países europeos, entre ellos España, como ayer hizo explícito Sánchez, sobre las distorsiones que puede causar en la competencia leal en el mercado único. La Comisión quiso manifestar de forma muy rápida su disposición a estudiar el asunto con detenimiento. Diferencias hay también en materia de reforma del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Pero en todas esas cuestiones la construcción de una relación de confianza es un activo para lograr compromisos que son el signo de identidad del proyecto europeo común.

Los partidos en el poder en ambas capitales pertenecen a una familia política que el año pasado viajaba con el viento a favor gracias a las victorias, precisamente, en Alemania, o en Portugal y, fuera de la UE, en Noruega. Este año se han encadenado las derrotas —en Francia, Italia o Suecia— y tanto el PSOE como el SPD atraviesan un momento difícil en las encuestas. Reforzar de forma convincente y clara la cooperación entre ambos países revierte en el sentido social de la cohesión europea, cuando los factores disgregadores resultan tan visiblemente amenazantes como el chantaje energético de Putin.

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