A la caza del voto religioso estalla una guerra santa en las elecciones de Brasil

En esta pelea por ganarse este apoyo ya parece claro que todo puede valer y que se agudizará una batalla sucia de ‘fake news’ en las redes sociales, en las que los bolsonaristas son maestros

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, esta semana en Brasilia.ADRIANO MACHADO (REUTERS)

La segunda vuelta de las elecciones brasileñas ha iniciado con una guerra religiosa en la que Bolsonaro acusa en las redes a Lula de tener un pacto con el demonio mientras él es tachado de coquetear con la masonería. Todo ello para disputarse el voto religioso que podría decidir el resultado final.

Los dos contendientes a la jefatura del Estado no han esperado ni un solo día para enzarzarse en una pelea en vistas a desprestigiarse mutuamente ante el gran e...

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La segunda vuelta de las elecciones brasileñas ha iniciado con una guerra religiosa en la que Bolsonaro acusa en las redes a Lula de tener un pacto con el demonio mientras él es tachado de coquetear con la masonería. Todo ello para disputarse el voto religioso que podría decidir el resultado final.

Los dos contendientes a la jefatura del Estado no han esperado ni un solo día para enzarzarse en una pelea en vistas a desprestigiarse mutuamente ante el gran electorado cristiano, que es el que puede decidir el resultado final de las elecciones. Este martes, fiesta de San Francisco de Asís, Lula aprovechó para halagar a los católicos colocando en Twitter una oración en la que recoge las palabras del santo: “Donde haya duda, ponga yo la fe”, y apareció en un vídeo con un grupo de frailes franciscanos, mientras su esposa, Janja, sujetaba en sus manos una estatua del santo. El candidato de la izquierda confesó a los religiosos: “Yo llevo muy en serio mi fe religiosa. Para mí, la fe es algo muy sagrado. Llevo mi espiritualidad muy seriamente”.

Lula acababa de ser acusado en las redes sociales bolsonaristas de haber hecho un pacto con el demonio y que, si fuera elegido, cerraría las iglesias evangélicas y perseguiría a los católicos, como está haciendo su amigo Daniel Ortega en Nicaragua.

A su vez, en las redes lulistas, acaba de ser desempolvado un vídeo en el que Bolsonaro, años atrás, habla en una tienda de la masonería, algo que asusta a los evangélicos. El poderoso pastor Silas Malafaia salió enseguida en defensa de Bolsonaro para intentar parar un posible rechazo de los evangélicos al presidente, que es católico, pero que también se hizo bautizar de nuevo por un pastor evangélico en Israel. El pastor recordó que Bolsonaro “es presidente de todos” y que para él asistir a la Iglesia evangélica, a la católica, a otras religiones o a la masonería es cuestión suya. “No van a manipular a los evangélicos. ¿Por qué esa misma gente se niega a presentar un vídeo en el que Lula aparece en un ritual satánico?”.

La guerra está abierta sin que nadie sea capaz de saber si todas esas acusaciones y vídeos son verdaderos o montajes. Lo que importa es satanizar, eso sí, a unos fieles u otros para ganarse los votos de los creyentes, ya que en Brasil, ellos suponen el 90% o más de la población.

Por parte de los evangélicos, ha entrado de lleno en la polémica religiosa la esposa de Bolsonaro, Michelle, una evangélica fervorosa y mística que, después de haber aparecido estos años más bien relegada a segundo plano, aparece ahora en público de rodillas como poseída por Dios y que ha entrado de lleno en la campaña electoral. Esta semana, afirmó en público que las elecciones son “una lucha de Dios contra las tinieblas” y asoció a Lula como alguien que está “contra la palabra de Dios”, al mismo tiempo que pidió atención a sus correligionarios evangélicos que sufren “una ceguera espiritual”.

Bolsonaro a su vez le hizo eco con una serie de referencias religiosas y atribuyó su elección a un “designio de Dios”. Y refiriéndose a Lula afirmó que “el lugar de un ladrón es la cárcel”.

Todo va a servir estas semanas de campaña para tratar de ganarse lo que llaman el “voto cristiano”, que es totalmente mayoritario y que es cierto que puede condicionar el resultado de la contienda.

Es sabido que los católicos votan mayoritariamente a Lula mientras que los evangélicos en un 80% son seguidores fanáticos de Bolsonaro, que son instruidos en los templos en un odio abierto contra lo que llaman los “comunistas” o el “reino del mal”. Para los bolsonaristas de raíz, los católicos se habrían apoderado de Brasil en el que se estaría librando una verdadera batalla entre el bien y el mal, entre Dios y el demonio.

En esta pelea por ganarse el voto religioso ya parece claro que todo puede valer y que se agudizará una batalla sucia de fake news en las redes sociales, en las que los bolsonaristas son maestros y que fueron quienes decidieron en 2018 la victoria de Bolsonaro.

El diario O Globo ha destacado en su primera página que una “guerra santa” ha iniciado en la segunda vuelta. Una guerra en la que se cambian mutuamente noticias falsas que van “desde el satanismo al estigma de masonería en busca del voto cristiano”.

Todo menos preocuparse de los temas reales, sangrantes, que estrangulan a millones de pobres mientras tratan de hipnotizarles con el espejismo de la religión y los miedos a los demonios.

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