Alarma en Suecia

Las elecciones de este domingo decidirán la asimilación plena de la ultraderecha o el rechazo a sus políticas antiinmigración

Una mujer camina junto a carteles electorales de Ulf Kristersson, líder del Partido de los Moderados, y de Magdalena Andersson, primera ministra y líder de los socialdemócratas, este jueves en Estocolmo.JONATHAN NACKSTRAND (AFP)

Las elecciones que celebra Suecia este domingo pueden significar una quiebra traumática para toda Europa y para su propia historia porque, por primera vez, la ultraderecha tiene claras opciones de formar parte del futuro Gobierno del país escandinavo. Demócratas de Suecia (DS) es una formación con raíces neonazis que entró en el Parlamento en 2010 y esta vez podría sumar en torno al 20% de los votos, pero hay algo nuevo: se ha desvanecido el cordón sanitario que establecieron el resto de partidos ...

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Las elecciones que celebra Suecia este domingo pueden significar una quiebra traumática para toda Europa y para su propia historia porque, por primera vez, la ultraderecha tiene claras opciones de formar parte del futuro Gobierno del país escandinavo. Demócratas de Suecia (DS) es una formación con raíces neonazis que entró en el Parlamento en 2010 y esta vez podría sumar en torno al 20% de los votos, pero hay algo nuevo: se ha desvanecido el cordón sanitario que establecieron el resto de partidos hace cuatro años.

A finales de 2021, la extrema derecha llegó a un acuerdo con el Partido Moderado (conservadores) y los cristianodemócratas, para aprobar unos Presupuestos alternativos a los presentados por el Partido Socialdemócrata, que gobierna en minoría. La excepcionalidad sueca recibió entonces su primera estocada porque en Noruega, Dinamarca y Finlandia los partidos de ultraderecha ya habían tenido carteras ministeriales o apoyado gobiernos de manera externa. DS no solo ha pasado en unos pocos años de ser un partido paria a una formación “seria y con ideas constructivas” —según el líder de los moderados—; también ha logrado que muchas de sus propuestas antinmigración sean ahora toleradas y hasta replicadas por otras formaciones.

Lo más grave del laboratorio sueco está en este otro punto porque incluso el Partido Socialdemócrata, histórico vencedor en todas las elecciones desde hace más de un siglo, y en el poder desde 2014, ha endurecido visiblemente los requisitos para los solicitantes de asilo y para la obtención de permisos de residencia y trabajo. El nuevo discurso de la primera ministra, Magdalena Andersson, sobre las bondades de sus políticas restrictivas en inmigración parece estar dando rédito electoral, hasta casi un 30% de los sufragios. Y tres grupos parlamentarios (La Izquierda, Los Verdes y el Partido del Centro) se han alineado de manera tibia con la formación gobernante para evitar que el bloque que ha integrado a la ultraderecha pueda formar gobierno.

El panorama que dibujan las encuestas es ajustadísimo entre ambos bloques. La última vuelta de tuerca al discurso xenófobo de DS (deportar a los extranjeros que cometan cualquier infracción, demoler barrios con altos índices de criminalidad o castigar la mendicidad) ha situado a la formación ultra por delante de los moderados de la derecha, en todos los últimos sondeos. El DS en cabeza colocaría a moderados, cristianodemócratas y liberales en una posición muy comprometida ante su electorado. La opción de gobernar con el apoyo de los ultras, incluso darles algún ministerio, ha ido madurando en los últimos meses. Pero convertir al líder de la ultraderecha en primer ministro sería un paso apenas concebible, ya que respaldaría una criminalización del inmigrante que repugna a la esencia de los principios democráticos europeos. Semejante tesitura es la que ha activado en algunos analistas la posibilidad de una gran coalición al estilo alemán entre socialdemócratas y conservadores. Nadie pensaba en algo así hace apenas unos meses.

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