¿Cuál es la noticia del verano?

De la calidad de los políticos dependerá que la gran serpiente estival que ha sido el calor no vomite ahora criaturas monstruosas que no añadan soluciones, sino esperpentos

El tren afectado por el incendio de Bejís.

Este verano hemos tenido a un cazador disparando a un onanista en una playa francesa, investigaciones sobre el ...

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Este verano hemos tenido a un cazador disparando a un onanista en una playa francesa, investigaciones sobre el olfato de los mosquitos para encontrar a quién picar, los misteriosos pinchazos a mujeres y la habitual colección de noticias que nos atraen entre la piscina y la hamaca, muy lejos del sopor de la política de las nimiedades que solemos contemplar. El encefalograma plano del verano se acompasa bien con lo furtivo, lo leve, lo accidental, lo curioso, lo inexplicable o lo chispeante en nuestras pantallas, aunque deje víctimas, a ser posible curables. Queremos descansar.

Pero la estrella del verano esta vez ha sido otra. La estrella de este 2022 ha sido un asunto que se nos ofrece en varias velocidades: en la corta, chispeante y compatible con los ojos semicerrados en el sofá ante el telediario hemos visto llamas, evacuaciones, granizos, termómetros, calor; en la de largo alcance hemos sufrido en carne propia lo más parecido a la mayor amenaza apocalíptica de nuestras vidas. Ahora sabemos que el cambio climático no es una cumbre, no es Greta Thunberg ni un montón de informes que sitúan la temperatura medio grado arriba o abajo de más. El cambio climático está aquí y se ha convertido en el humus, el fertilizante en el que todos los problemas encuentran los nutrientes necesarios para multiplicarse. En general, para mal.

Veamos el calor, por ejemplo. Con las temperaturas de horno que hemos sufrido, los incendios han hecho mella y han generado situaciones desgraciadas como la del tren atrapado entre las llamas en Bejís. Las circunstancias que han llevado hasta esa situación tienen responsabilidades lejanas: el cambio climático fruto de la industrialización salvaje; la ineptitud de gobiernos para tomar decisiones; la pereza de todos para cambiar la forma de producir. Y otras cercanas que se deberán investigar.

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Pero en el humus o estiércol que hoy abona todo, los incendios han sido culpa del ecologismo extremo, como dijo el Gobierno de Castilla y León. O del Gobierno central, que debe ofrecer explicaciones de lo ocurrido en Bejís, como ha dejado caer el PP.

Y he aquí cómo el incidente de una maquinista enfrentada a las llamas y al pánico desembocará en un espectáculo en el Congreso. Transparencia, siempre. Oportunismo, cuanto menos mejor, por favor. De los políticos dependerá que la gran serpiente del verano que ha sido el calor no vomite ahora criaturas monstruosas que no añadan soluciones, sino esperpentos.

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