Huir de uno mismo

En nada, Google nos restregará las fotos del verano de 2022 por los morros y parecerá que fuimos felices, y seguramente lo fuimos, todo lo que se pudo

Vista general de la playa de la Malvarrosa (Valencia).Kai Försterling (EFE)

¿Vas o vuelves? Es la frase más oída estos días en los trabajos. Los que se van, henchidos de las expectativas de las vísperas, contestan que casi, que ya, que pronto, que el viernes cierran el quiosco. Los que vuelven con la frente marchita de sol y salitre responden que qué horror, qué pena, qué remedio, que menos mal que les queda la esperanza de los puentes de otoño para aguantar la vuelta a galeras. Lo que no cuentan ni unos ni otros es que casi nunca casi nada es para tanto. Ni tan gloriosa la ida ni tan terrible la vuelta. Que tener un curro al que volver es un lujo. Que la arena escuec...

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¿Vas o vuelves? Es la frase más oída estos días en los trabajos. Los que se van, henchidos de las expectativas de las vísperas, contestan que casi, que ya, que pronto, que el viernes cierran el quiosco. Los que vuelven con la frente marchita de sol y salitre responden que qué horror, qué pena, qué remedio, que menos mal que les queda la esperanza de los puentes de otoño para aguantar la vuelta a galeras. Lo que no cuentan ni unos ni otros es que casi nunca casi nada es para tanto. Ni tan gloriosa la ida ni tan terrible la vuelta. Que tener un curro al que volver es un lujo. Que la arena escuece los muslos. Que el sol calcina toda célula fuera de la sombrilla. Que al tercer día se te hace bola el bufé libre. Que no se aparca ni rezándole al apóstol. Que hay cola hasta para orinar al raso. Que vuelves, mínimo, con tres kilos más en las lorzas y tres mil pavos menos en el banco. Que las fotos de Instagram se torturan hasta parecer idílicas, aunque uno lleve el infierno a cuestas. Que, vayas donde vayas, en fin, es imposible huir de uno mismo y sus circunstancias.

Todo eso da igual ahora. Quienes se van y quienes vuelven verán pasar los mismos ritos de todos los agostos. El aniversario de la muerte de Marilyn. El de la de Elvis. El de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Pasará el ecuador de la Virgen, las verbenas de los pueblos y las fiestas de cierre de las piscinas y ya todo irá cuesta abajo a morir en la vuelta al curro, al cole, a los asuntos. En nada, Google nos restregará las fotos del verano de 2022 por los morros y parecerá que fuimos felices, y seguramente lo fuimos, todo lo que se pudo. Hay quien, sin embargo, ni se va ni vuelve de ningún sitio. Excluidos de la fiesta, tachan los días para que vuelvan quienes se fueron, aunque solo sea para sentirse menos solos en su cápsula y poder invocar aquello de mal de muchos, consuelo de todos. Así que allá vamos, a vivir como si no hubiera mañana porque este año el mañana amenaza ruina. Para muchos será su primer verano de vida. Para otros, sabiéndolo o sin saberlo, el último. Mañana es superviernes, el viernes más viernes del año. Felicidades a quien se va. Ánimo a quien vuelve. Hasta septiembre.

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