Columna

El revés de esta guerra

En la cumbre de Teherán entre Rusia, Irán y Turquía, se resume y expresa el nuevo orden multipolar, en el que Putin sitúa las guerras de Ucrania y de Siria en pie de igualdad

Los presidentes Vladímir Putin (Rusia), Ebrahim Raisi (Irán) y Recep Tayyip Erdogan (Turquía), en Teherán el 19 de julio.AFP

Vladímir Putin ha querido demostrar que no está aislado. Y ha escogido para hacerlo la semana posterior a la gira de Joe Biden por Oriente Próximo, con su primer desplazamiento después de la invasión a territorio exterior al imperio. Es en Teherán donde ...

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Vladímir Putin ha querido demostrar que no está aislado. Y ha escogido para hacerlo la semana posterior a la gira de Joe Biden por Oriente Próximo, con su primer desplazamiento después de la invasión a territorio exterior al imperio. Es en Teherán donde se ha reunido con los presidentes de Turquía y de Irán y recibido la bendición a su guerra de agresión del líder supremo de la Revolución iraní, el ayatolá Alí Jamenei, con mención expresa a la bondad de una acción preventiva con la que evitar un futuro ataque ucranio a Crimea.

El formato corresponde al Proceso de Astaná, la reunión de tres países implicados en la guerra de Siria: Irán y Rusia, como aliados del dictador Bachar El Asad con combatientes sobre el terreno, y Turquía, como vecino afectado por el flujo de refugiados y también con tropas dentro de Siria, comprometidas en los combates contra las milicias kurdas de autodefensa, opuestas al régimen y al Estado Islámico.

Esta trilateral de Astana, en la que no participan ni la Unión Europea ni Estados Unidos, ha dado tan escasos resultados en sus cinco años de vida como todas las otras iniciativas desde que empezó la guerra en 2011. De la reunión ha salido el compromiso de respetar “la soberanía, la unidad y la integridad territorial” de Siria, así como “los objetivos y los principios de la carta de Naciones Unidas”, la condena del terrorismo, una explícita mención a la ausencia de solución militar y el rechazo a nuevas entidades autónomas o separatistas sobre el terreno. Aplicado a Ucrania en vez de Siria no se deja ni uno solo de los argumentos contra la agresión rusa.

En los bilaterales de Teherán, el trigo de Ucrania le sirve a Erdogan para presentarse como mediador y a Putin para vestir la piel de cordero de quien quiere evitar las hambrunas, sabiendo que el petróleo y el gas son sus auténticas bazas para erosionar la posición europea. Destaca también el reforzamiento de las relaciones entre Moscú y Teherán, nuevo eje de países parias afectados por las sanciones, que ya han incrementado un 40% el comercio bilateral desde que empezó la guerra.

Erdogan interpreta el papel más comprometido. Está enfrentado con Putin en numerosos puntos del planeta, desde Libia hasta Nagorno-Karabaj. Suministra drones a Kiev. Pretende hacerse con una franja de territorio sirio de 30 kilómetros. Avala el nuevo concepto estratégico de la OTAN, en el que se designa a Rusia como enemigo directo, y da luz verde a la ampliación de la Alianza. Pero se ofrece para las conversaciones de paz y no apoya el régimen de sanciones a Rusia.

En la cumbre de Teherán se resume y expresa el nuevo orden multipolar, en el que Putin sitúa las guerras de Ucrania y de Siria en pie de igualdad y reivindica para Rusia el papel de una superpotencia militar, con el mismo derecho que Estados Unidos a invadir, hacer y deshacer países.

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