La anocracia y el despido de Felicia Sonmez
¿Por qué la gente se siente obligada a tuitear que no hay nada apropiado o eficaz que publicar en las redes?
A la periodista política Felicia Sonmez la despidieron por correo electrónico hace unos días. Trabajaba en The Washington Post. Nadie se lo comunicó en persona. A su bandeja de entrada llegó su rescisión de contrato “por mala conducta que incluye insubordinación, difamar a sus compañeros de trabajo en la Red y violar los estándares del Post sobre compañerismo e inclusión en el lugar de trabajo”.
El mismo diario que ...
A la periodista política Felicia Sonmez la despidieron por correo electrónico hace unos días. Trabajaba en The Washington Post. Nadie se lo comunicó en persona. A su bandeja de entrada llegó su rescisión de contrato “por mala conducta que incluye insubordinación, difamar a sus compañeros de trabajo en la Red y violar los estándares del Post sobre compañerismo e inclusión en el lugar de trabajo”.
El mismo diario que le prohibió durante años informar sobre historias que tuvieran contenido de violencia sexual tras revelar ella misma en 2018 que había sido víctima de acoso sexual —animando a otras mujeres a contar sus experiencias—, la echaba esta vez por haber denunciado vía Twitter la actitud sexista de uno de sus compañeros de redacción, Dave Weigel. El reportero político del diario había retuiteado una broma que implicaba que las mujeres o bien son bisexuales o son bipolares. Sonmez, al verlo, tuiteó: “¡Qué fantástico es trabajar en un periódico donde retuits como este se permiten!”. Weigel se disculpó por el retuit y el Post lo ha suspendido un mes sin sueldo, según informa The New York Times. Pero a quien se ha echado de patitas a la calle por señalar actitudes misóginas es a la misma mujer a la que, en su momento, también castigaron por haber tuiteado el día que murió Kobe Bryant una noticia de 2016 que informaba de las acusaciones de agresiones sexuales contra el jugador en 2003. A Sonmez se la ha ido arrinconando hasta silenciarla de pleno por no hacer la vista gorda y no ser cómplice de los abusos y misoginia de su tiempo. Por arriesgarse, incluso, a hacerlo entre los de su propio gremio. Algunas a esto también lo llamamos periodismo, pero para sus jefes es motivo de despido por aguafiestas y algo más feo en su termómetro moral: ser mala compañera.
Ironías del destino, estos días el caso Sonmez pasó desapercibido en el Twitter Periodista frente a la entrevista que el nuevo director de The New York Times, Joe Kahn, dio al diario Abc. Una de las citas más compartidas es la que defiende que los cronistas del diario deben trabajar de espaldas al barullo virtual. “Queremos que los periodistas sigan su misión periodística al margen de las redes. Esta recomendación es un mensaje para que los periodistas se centren en lo importante. Twitter genera debates muy tóxicos y no deberíamos utilizarlo como una especie de barómetro de lo que es bueno y lo que no”, dijo. El idealismo profesional de Kahn, esa voz sensata desde la cúspide del gremio —el sentido común, qué casualidad, siempre se impone desde arriba—, viene a decirnos que qué hacemos preocupándonos en 2022 por este estercolero virtual, donde los debates son estériles y la cacofonía de opiniones no nos hace ver las cosas con claridad.
¿Por qué la gente se siente obligada a decir que no hay nada apropiado o eficaz que tuitear? Sobre este desánimo a participar en el debate virtual que se emite desde las propias redes, la newsletter de la revista Real Life se preguntaba esto y planteaba el concepto de la “anocracia virtual”. Las anocracias son esos sistemas de gobierno en los que hay mucha inestabilidad política, ineficacia y una mezcla incoherente de prácticas autoritarias y democráticas. Se podría decir que la anocracia de las redes es esa que combina la pérdida de la fe en la democracia y una sensación de impotencia frente a lo que nos rodea que nos lleva al conformismo y la aceptación. Para qué vamos a tuitear nuestra indignación moral si nada va a cambiar. “Céntrate en lo importante”, dice el gurú al que mira todo el gremio. No seas Felicia. Ni se te ocurra quejarte. Total, tú acabarás despedida y todo seguirá igual.