Nuevo virus, nueva ola de covid

Los datos predicen una próxima ola por las últimas variantes de la ómicron

Un sanitario realiza un test para detectar covid-19, en el Hospital La Fe de Valencia en enero de 2021.BIEL ALIÑO (EFE)

Quien quiera conocer el futuro de la pandemia de covid hará bien en mirar a Sudáfrica. No porque allí hayan surgido varias formas del SARS-CoV-2 que luego se han propagado por el planeta, que también, sino sobre todo por el nivel de su investigación epidemiológica, obra de científicos comprometidos que han antepuesto la cruda verdad a la discreción diplomática. Gracias a ellos, acabamos de saber que las famosas olas de covid se vinculan a la aparición...

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Quien quiera conocer el futuro de la pandemia de covid hará bien en mirar a Sudáfrica. No porque allí hayan surgido varias formas del SARS-CoV-2 que luego se han propagado por el planeta, que también, sino sobre todo por el nivel de su investigación epidemiológica, obra de científicos comprometidos que han antepuesto la cruda verdad a la discreción diplomática. Gracias a ellos, acabamos de saber que las famosas olas de covid se vinculan a la aparición de nuevas variantes que han ido ganando en capacidad de infección y habilidad para eludir el sistema inmune. Esto indica con fuerza que la evolución del virus consiste en una carrera de armamentos entre el SARS-CoV-2 y nuestros anticuerpos, un mecanismo evolutivo clásico. La coraza del cangrejo se hace cada vez más gruesa para que no se lo coma un bogavante, y las pinzas del bogavante cada vez más grandes para seguir comiendo lo mismo que antes. En el cuerpo de un paciente que sobrevive a la covid, los anticuerpos se hacen cada vez más eficaces y el virus cada vez más escurridizo. Ley de vida.

Las olas iniciales de 2020 se debieron a la cepa original de Wuhan y algunas otras derivadas de ella. La del invierno de 2020-2021 está vinculada a la variante beta, que fue sustituida por la delta para las olas de 2021. A finales de 2021, cuando el asunto parecía encauzado, surgió la variante ómicron, que se presentó en dos sabores o subvariantes, BA.1 y BA.2. Y ahora le ha llegado el turno a BA.4 y BA.5. Cada nueva variante se propaga más que la anterior, y elude mejor los anticuerpos humanos. Como cabía esperar, BA.4 y BA.5, los últimos diseños de la evolución viral, son excepcionalmente escurridizos para nuestro sistema inmune. Y están empezando a subir en Sudáfrica y parte de Europa. Todo indica que vendrá una nueva ola, esta vez causada por SARS-CoV-2 ómicron BA.4 y BA.5.

Pero calma: no hay ningún indicio de que esas dos cepas vayan a causar un incremento de casos graves y hospitalizaciones. La inmunidad de la población, ya sea por vacunación o por infección previa, sirve de muy poco para evitar el contagio, pero protege al contagiado de desarrollar la covid grave. Algunos científicos dicen medio en broma que una ola ómicron puede verse como una campaña de vacunación natural. Por supuesto, las personas con las defensas bajas —inmunodeficientes en el peor caso, inmunocomprometidos en el no tan malo— harán bien de momento en protegerse del contagio. Es difícil predecir lo que les puede hacer el virus, y ni siquiera las vacunas les garantizan la misma protección que a la población general.

Los virólogos han trazado un árbol genealógico del SARS-CoV-2 y sus variantes. Revela, por ejemplo, que ni alfa ni beta ni gamma ni ómicron son hijas de delta, sino que provienen de otras cepas coetáneas a delta, pero distintas de ella. Esto disipa el misticismo que rodeaba a la ómicron hasta ahora: no cayó del cielo hace seis meses, sino que se reveló más tarde que las variantes anteriores. Todo este conocimiento está ayudando a identificar qué mutaciones concretas están detrás de la alta propagación y del escape del sistema inmune. Los datos presentados aquí no están aún revisados por pares.

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