Momento europeo
La crisis que ha abierto la guerra en Ucrania permite a la UE perfeccionar sus mecanismos de federalización
La Unión Europea se está acercando velozmente hacia un momento especial de su trayectoria. Será ineludible dar un nuevo y decisivo salto federal que al mismo tiempo concitará muchas resistencias. Como ha sucedido habitualmente en la UE, la urgencia de una gran transformación viene dada por una fuerte crisis, que en este caso es sobre todo el impacto en Europa de ...
La Unión Europea se está acercando velozmente hacia un momento especial de su trayectoria. Será ineludible dar un nuevo y decisivo salto federal que al mismo tiempo concitará muchas resistencias. Como ha sucedido habitualmente en la UE, la urgencia de una gran transformación viene dada por una fuerte crisis, que en este caso es sobre todo el impacto en Europa de la guerra de Vladímir Putin contra Ucrania.
Las implicaciones geoestratégicas y defensivas son ahora mismo prioritarias, pero el desafío energético que ha hecho aflorar la guerra tiene efectos directos y dañinos en la vida cotidiana de los europeos. Los dos principales han estado presentes ya en múltiples conversaciones políticas y han ido cuajando un nivel de madurez importante. Uno es la cuestión de los desorbitados precios de la electricidad, que alcanzará un hito esta semana, y ante la cual España y Portugal han obtenido un buen acuerdo: la puesta en práctica de la intervención que debe abaratar el precio del gas utilizado para generar electricidad, sin destrozar los mecanismos vigentes y útiles para la mayoría de los 27. Ha sido un esfuerzo de flexibilidad que consolida la impronta inclusiva del mercado interior europeo, marcada por normas comunes y atención a los casos particulares. El otro efecto son los avances para garantizar la continuidad del suministro de carburantes amenazado por el Kremlin, en fase de consolidación. Destaca ahí la estrategia progresiva para reducir al mínimo la compra de su petróleo hasta llegar a cancelarla más adelante.
Pero seguramente el asunto definitivo es la cuestión del gas. La maniobra rusa de cercenar el acceso de Polonia y Bulgaria es ilegal, ya que incumple los contratos vigentes en euros o dólares, y funciona como amenaza para el resto. El chantaje está siendo más decisivo para romper la dependencia europea que las dudas de países como Alemania en reemplazar el aprovisionamiento de Moscú, comprensibles dadas la premura y la falta de infraestructuras de sustitución.
El propósito de Bruselas de racionar y compartir el gas disponible de los 27, si Putin generaliza el corte de suministro, es una opción federalizadora relevante. Durante la crisis del euro no se alcanzaron soluciones comunes ambiciosas, pese a algunos mecanismos de alivio (como el fondo de rescate). Pero sí se lograron contra la recesión provocada por la pandemia: la mutualización del endeudamiento mediante eurobonos. En esa misma senda se trata ahora de compartir el gas disponible entre todos para garantizar la calefacción de los hogares, la iluminación de las ciudades y la energía industrial: necesidades materiales básicas de los ciudadanos. El camino no es fácil, pero es muy prometedor si mutualizar el gas consolida la senda de mutualizar siempre el sufrimiento de los europeos, sean del norte o del sur.