Delon

Siempre he pensado que, cuando uno se hace viejo, la naturaleza le incorpora un chip de aceptación. Al actor no le pasó

Alain Delon en 'A pleno sol', de 1960.

Se dijo que había solicitado la eutanasia, aunque poco después uno de sus hijos lo desmintió. Estoy de acuerdo con muchas de las cosas que se dicen de él: que es de derecha, que maltrató a sus hijos, que es machista y homofóbico. Pero en la penumbra del cine de Junín, donde vi todas sus películas, Alain Delon era la forma más extrema de la belleza que yo podía soportar: un poco más me hubiera destrozado. Cuando él aparecía en la pantalla, algo en el espacio y el tiempo retrocedía con reverencia. Las suaves sombras debajo de...

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Se dijo que había solicitado la eutanasia, aunque poco después uno de sus hijos lo desmintió. Estoy de acuerdo con muchas de las cosas que se dicen de él: que es de derecha, que maltrató a sus hijos, que es machista y homofóbico. Pero en la penumbra del cine de Junín, donde vi todas sus películas, Alain Delon era la forma más extrema de la belleza que yo podía soportar: un poco más me hubiera destrozado. Cuando él aparecía en la pantalla, algo en el espacio y el tiempo retrocedía con reverencia. Las suaves sombras debajo de los ojos, la muesca en la comisura al encender un cigarro. Cierta candidez de juventud se transformó después en algo lacerante y le dejó un rostro de hombre duro y herido. Era una belleza lunática, sobrenatural, un actor soberbio de contención férrea. En 1959, A pleno sol, de René Clément, lo lanzó al cielo, y le siguieron genialidades: El samurai, Rocco y sus hermanos. Trabajó con Antonioni, Visconti, Melville. Era supremo cuando su aspecto se volvía áspero y real, peligrosísimo, como en Los aventureros, donde aparecía sucio, sudoroso, la barba crecida y desprolija. No había manera de denigrar ese esplendor. En sus entrevistas antiguas rendía culto a los directores: decía que la película era de Melville o de Visconti, no de él. Por eso me sorprendí al saber que tiene una oficina repleta de fotos de sí mismo. Sospecho que nada de su vida real se corresponde con lo que vi en las películas. Ahora tiene 86. Sufrió hace tiempo un ictus. Al parecer eso no le dejó muchas secuelas, pero la vejez no le gusta, no soporta mirar sus fotos de joven, ver todo lo que era. Siempre he pensado que, cuando uno se hace viejo, la naturaleza le incorpora un chip de aceptación. A él no le pasó. Eso confirma que ese chip no existe, y me da miedo. Hay un verso de Drummond de Andrade: “Llegó un tiempo en que la vida es una orden. / La vida, nada más, sin mistificación”. Espero que no sea verdad para él. Que los años lo traten con respeto.

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