Casi adiós a las mascarillas

Dos años después de la aparición del virus, España se acerca a la antigua normalidad sin descuidar la seguridad de los más vulnerables

Alumnos de tercer curso de un colegio de Barcelona en su primer día de clase sin mascarilla, el martes.Carles Ribas (EL PAÍS)

Diez semanas después de que el uso de la mascarilla dejara de ser obligatorio al aire libre, el Consejo de Ministros acordó el martes que tampoco lo sea en interiores. Decae así a partir de hoy uno de los principales símbolos de la pandemia. Pero del mismo modo que el virus no se ha ido todavía, tampoco lo harán del todo las mascarillas. ...

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Diez semanas después de que el uso de la mascarilla dejara de ser obligatorio al aire libre, el Consejo de Ministros acordó el martes que tampoco lo sea en interiores. Decae así a partir de hoy uno de los principales símbolos de la pandemia. Pero del mismo modo que el virus no se ha ido todavía, tampoco lo harán del todo las mascarillas. Su uso seguirá siendo obligatorio en los centros y servicios sanitarios, en las residencias sociosanitarias para trabajadores y visitantes, en las farmacias y en el transporte público. Para el resto de actividades, su uso pasa a ser voluntario aunque recomendable en el caso de las personas vulnerables.

Para la mayoría de la población en edad laboral queda todavía la gran incógnita de si tendrán que seguir utilizando la mascarilla en el lugar de trabajo, pues la decisión depende ahora del servicio de prevención de riesgos laborales de cada empresa. Tampoco será uniforme la retirada en el caso de las administraciones públicas, donde conviven muy diferentes modalidades de trabajo. El criterio es seguir utilizándola cuando no se pueda garantizar una distancia mínima de 1,5 metros. La liberación de los rostros, en cambio, supondrá un cambio trascendente en las aulas, que puede comportar algún problema de adaptación tras dos años de mascarilla, aunque los niños han sido quienes con más naturalidad han gestionado los cambios en su vida en este tiempo.

La decisión supone un paso firme hacia la plena normalidad de la vida laboral y social. La retirada de la mascarilla se adopta en condiciones epidemiológicas muy favorables gracias a la alta tasa de vacunación, que alcanza al 92% de la población mayor de 12 años, y al elevado número de personas que se ha infectado y ha reforzado así su inmunidad natural. Pero en los dos años transcurridos, el virus ha demostrado una gran capacidad de adaptación y varias veces los cambios han cogido por sorpresa a las autoridades sanitarias. No debemos olvidar que la sexta ola, pese a la menor gravedad de la variante ómicron, se ha cobrado 12.000 vidas en España.

La mayor interacción social a partir de ahora puede comportar un aumento de los contagios. Por lo que se ha observado tras las Fallas de Valencia, este incremento no se ha traducido en un aumento significativo de las hospitalizaciones, que es el dato que a partir de ahora deberá observarse con mayor atención. Habrá que seguir atentos a las nuevas variantes, pues no se puede descartar la aparición de alguna nueva cepa resistente a las vacunas o de mayor gravedad. El nuevo sistema de vigilancia epidemiológica mediante muestras centinela ha de estar plenamente operativo y dotado para poder detectar a tiempo cambios inesperados, algo que todavía no es descartable. El avance hacia la plena normalidad tan deseada ya está aquí, pero acompañado de la máxima seguridad posible, en particular en las franjas de población más vulnerable.

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