Mujeres, no cuerpos
Los lectores opinan sobre los constantes juicios que sufren las mujeres por su apariencia, la candidatura de Alberto Núñez Feijóo a la presidencia del PP, el editorial de EL PAÍS dedicado al rey emérito y la guerra en Ucrania
“Has engordado, ¿no?”, me dijo un hombre de unos 45 años cuando yo tenía 19. Estaba en un escenario ante 30 compañeros. Aspirante a actriz, me quedé en blanco. Me miré de arriba abajo como si pudiese cambiar mi cuerpo en un vistazo, desaparecer o, al menos, entender aquel comentario. Pero no entendí y, lo peor de todo, me callé. Cuando, con la misma edad, entraron en clase sujetando mi pantalón talla 38 que se me había olvidado en la sala de ensayo y dijeron que tenía que ser de un hombre, también me callé. Ese pantalón terminó en la basura y yo con una talla 34.
Sentir que nos observan...
“Has engordado, ¿no?”, me dijo un hombre de unos 45 años cuando yo tenía 19. Estaba en un escenario ante 30 compañeros. Aspirante a actriz, me quedé en blanco. Me miré de arriba abajo como si pudiese cambiar mi cuerpo en un vistazo, desaparecer o, al menos, entender aquel comentario. Pero no entendí y, lo peor de todo, me callé. Cuando, con la misma edad, entraron en clase sujetando mi pantalón talla 38 que se me había olvidado en la sala de ensayo y dijeron que tenía que ser de un hombre, también me callé. Ese pantalón terminó en la basura y yo con una talla 34.
Sentir que nos observan por ser mujeres de arriba abajo antes de darnos un papel o un trabajo, no debe normalizarse. Que vivamos con la impresión constante de que están calculando la talla de nuestro pantalón o juzgando si hoy nos queda más ajustado, tampoco. Ese reflejo debe borrarse. Antes de ser cuerpos, somos humanos diferentes, flacos, gordos y cambiantes. Y eso es lo bonito. Ojalá callemos prejuicios y brindemos todos por pantalones de tallas dispares. Y que nosotras lo digamos en voz alta, sin bajar la cabeza.
Agathe Cortes. Madrid
Entre percebes y tiburones
Sea por ambición o por obligación, no hay duda de que Alberto Núñez Feijóo es la persona que presidirá el PP. Pero no sé si ha valorado conscientemente que no es lo mismo el mar gallego de aguas cristianas repleto de pacíficos y sabrosos percebes, y las turbias y profundas aguas de Génova infestadas de hambrientos tiburones. El tiempo lo dirá.
Joaquín Fernández Sánchez. Pozorrubio de Santiago (Cuenca)
Un ajusticiamiento demoledor
Su demoledor ajusticiamiento, fuera de la justicia, del rey Juan Carlos en su editorial del pasado 4 de marzo me hace entrever el disgusto de la izquierda por el archivo de la causa penal y me deja ver, una vez más, el servilismo de su periódico.
Lamentable que un gran periódico en muchas facetas, suela ensuciarse con un sectarismo, no sé si impostado, sobrevenido o pagado.
Jose Manuel González de Vega. Granada
Víctimas colaterales
No es justo que la población tenga que pagar siempre las consecuencias de las decisiones tomadas por los dirigentes de cada país, como es el caso con esta guerra. Los precios de diferentes productos que eran importados desde Rusia han aumentado considerablemente. El precio del aceite de girasol ha subido un euro más y cada cliente solamente puede llevarse cinco litros como máximo.
El precio del petróleo ha subido drásticamente. Llenar hoy un depósito cuesta más del doble que días previos a la guerra. También pasa con la escasez de trigo y los ganaderos ya no saben que alternativa buscar a la falta de pienso para sus animales. En las guerras siempre acaban pagando las consecuencias los ciudadanos.
Laia Pascual Santos. Gavà (Barcelona)
Decepción
¿Se imaginan que Estados Unidos decida la invasión de Cuba y nosotros la apoyáramos, alegando que la culpa la tiene Rusia? Es lo que alega el Gobierno cubano responsabilizando a EE UU y la OTAN del ataque ruso a Ucrania. Habanera de la decepción.
José Antonio Martínez Lamoca. Madrid